LIBROS & ARTES
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apuesto bailarín, guitarrista y
cantor, de trato agradable y
de gran atractivo entre las
mujeres.
El Comercio
, con ca-
racterística retórica, lo des-
cribió como alguien “toda-
vía nuevo en el gremio de
estos apaches encanallados”
pero cuya alma se hallaba
“bien templada para la riña
y el escándalo”. Se hizo muy
popular, según Alegría, en-
tre “las nuevas promociones
de faites”, en parte porque
sabía ser “amigo de sus ami-
gos”, una característica esen-
cial para cualquiera que qui-
siera ocupar un lugar desta-
cado en la jerarquía criminal.
Tirifilo, por su lado, era,
como Carita, un faite negro
de Malambo, posiblemente
el más temido de todos. Se-
gún
El Comercio
, Tirifilo era
“un hombre terrible, verda-
deramente rojo, sin concien-
cia, seguro siempre de im-
ponerse a todos, autoridades
inclusive”. Era además agen-
te de “la secreta”, la policía
política del estado. Desde
por lo menos 1911 Tirifilo
había tomado parte en nu-
merosos actos de violencia
contra opositores del go-
bierno y trabajado como
soplón y torturador en varias
cárceles de Lima. Era de un
“trato brutal” y “bajos instin-
tos”, cualidades que le gene-
rarían numerosos enemigos,
incluyendo aWillman. En pa-
labras de Ciro Alegría, Tirifilo
era “el indiscutible mandamás
del hampa negra y mulata de
Malambo”.
III
Hay diferentes versiones
sobre las causas que motiva-
ron el famoso duelo entre
Carita y Tirifilo. Según
El
Comercio
, su enemistad se ori-
ginó en un prostíbulo, don-
de ambos se disputaban los
favores sexuales de una mis-
ma mujer, quien terminó
prefiriendo a Carita. Tirifilo,
en venganza, habría utilizado
sus contactos con la policía
para enviar a Carita a la cár-
cel. Poco después de su sali-
da, éste habría lanzado el
desafío a Tirifilo para batir-
se a duelo en el Tajamar.
Tirifilo, confiando en sus ha-
bilidades con la chaveta, ha-
bría replicado: “Bueno, que
la cosa sea pronta, me nece-
sito en otra parte”. La ver-
sión de Ciro Alegría, basada
en sus propios recuerdos de
lo que Carita le contó en la
prisión, es muy diferente.
Según él, Tirifilo fue a bus-
car a Carita para proponerle
un negocio. Cuando la ma-
dre de este le dijo a Tirifilo
que Carita no estaba en casa,
aquel montó en cólera cre-
yendo que ella lo estaba ocul-
tando y empezó a proferir
insultos contra Carita y su
madre. Al volver a casa y
enterarse de las ofensas de
Tirifilo, Carita salió en su
busca y lo desafió a pelear
esa misma noche. Tirifilo
habría respondido escueta-
mente: “Ahí estaré.”
Los detalles de la pelea
son descritos minuciosamen-
te (y con previsible licencia
literaria) por Ciro Alegría en
su cuento. El duelo fue lar-
go y sangriento. Aunque
Tirifilo era mucho más ex-
perimentado y tenía mayor
alcance de brazos, Carita
desplegó una mayor agilidad
de movimientos. Las heridas
se multiplicaban y ambos
sangraban profusamente,
hasta que una precisa esto-
cada en el pecho de Tirifilo
puso punto final a la vida del
legendario faite. La noticia
corrió prontamente por ca-
lles y barrios de Lima. Una
multitud de curiosos se con-
gregó en las inmediaciones
de la morgue y los diarios
limeños informaron en pri-
mera página del trágico su-
ceso. Carita había vencido al
más temible de los faites, y
lo había hecho además en
defensa de su honor, como
correspondía a un verdade-
ro caballero. En palabras de
Ciro Alegría, “un nuevo hé-
roe popular había surgido”.
El hecho de haber defendi-
do a su madre, sugiere Ale-
gría, le aseguraba un lugar
especial en el alma popular.
Malamente herido, Cari-
ta se dirigió a una botica en
busca de curación. Poco des-
pués fue capturado por la
policía y recluido en un hos-
pital. Hasta allí fue el enton-
ces joven reportero José
Carlos Mariátegui a entrevis-
tar al ahora célebre persona-
je del hampa limeña.
Mariátegui no deja de resal-
tar los “ribetes de justa ca-
balleresca” que detecta en el
duelo, el cual, dice, se desta-
ca “sobre las vulgaridades de
los hechos de sangre que
cotidianamente consigna la
prensa”. En su diálogo con
Mariátegui, Carita se defini-
ría como “un hombre for-
mal”, que no quería ser con-
fundido con un vago. “He
trabajado siempre y me he
ganado el pan honradamen-
te”. Carita niega que haya
sido él quien desafió a Tirifilo
–una táctica que buscaba ob-
viamente mitigar su culpabi-
lidad a los ojos de las autori-
dades. El habría estado be-
biendo con amigos hasta que
llegó Tirifilo y lo retó a pe-
lear, un desafío que él natu-
ralmente no podía rehuir. En
este punto Carita guarda
unos minutos de silencio,
“como para dejarnos que
admiremos su resolución y
valor al aceptar el desafío de
un hombrazo como Tiri-
filo”, anota Mariátegui. Poco
después Willman fue trasla-
dado a la cárcel de Guada-
lupe y de allí a la penitencia-
ría, aunque no por mucho
tiempo. Sólo tres años des-
pués, en noviembre de 1918,
una resolución legislativa le
otorgaba el indulto que lo
sacaría de prisión.
IV
El duelo de Carita y
Tirifilo sería narrado, muchos
años antes que Alegría escri-
biera su cuento, por poetas
y cantores populares. Un vals
titulado “Sangre criolla”, ci-
tado por Jochamowitz, por
ejemplo, celebraba el coraje
de Carita: “También los hi-
jos del pueblo / tienen su
corazoncito / que el valor no
es patrimonio / solo de los
señoritos”. Tirifilo fue pre-
sentado como un faite cruel
pero hasta cierto punto sen-
timental en estos versos de
José Torres de Vidaurre:
“Qué vas a hacer ahora, Lima
/ si a Tirifilo mataron, / a él
que era la Plaza de Armas /
la Barranquita y Malambo.
(...) / Que era el cuco de los
faites / caminaba como
malo, / y se enjugaba una
lágrima / cuando moría un
zutano / Conocía los secre-
tos / muy íntimos del Esta-
do / (...) defendía a las an-
cianas / molestaba a los
“Por esos años –fines del siglo XIX y comienzos del XX— se
produce en Perú y otros países de América Latina, como ha mostrado
el historiador David Parker, una intensa actividad duelística. El due-
lo gozaba todavía de atractivo para una buena parte de la población –
y especialmente la clase política- como un recurso legítimo y necesario
cuando de por medio estaban el honor y la hombría.”