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LIBROS & ARTES

Página 26

JC: Los líderes políticos tien-

den a patrimonializar el po-

der si no existen poderosos

frenos y controles democrá-

ticos; Haya de la Torre y

Belaunde, cada uno a su

manera, imponían su volun-

tad y manejaban a discreción

sus partidos. Ese es uno de

los motivos de la mar-

ginación y abstención de in-

telectuales y empresarios de

la vida pública, lo que con-

tribuye a empobrecer la vida

política. Linz decía una ver-

dad de Perogrullo cuando

afirmaba que la calidad de

la política depende de la ca-

lidad de los políticos...

SL:

Hasta los años treinta la

relación intelectual-político era de

unidad: el líder político era al mis-

mo tiempo un intelectual. ¿Reco-

noces que ahí ha habido un divor-

cio?

JC: Creciente...

SL:

¿Crees que eso se debe a un

problema de la diferenciación que

implica la modernidad?

JC: ¡También!... pero más

que nada, por el uso patri-

monial de las organizaciones

políticas. Desde los años

treinta se estableció una rela-

ción entre intelectuales y la

política basada en las espe-

ranzas de transformación

social; después, a partir del

45´, en cada una de las si-

guientes transiciones a la de-

mocracia los intelectuales y

profesionales se incorpora-

ron en la política; pero, a su

vez, las crisis de gober-

nabilidad de los cuatro go-

biernos de transición a la

democracia, contribuyeron a

que abandonaran decepcio-

nados la vida política porque

consideraban que tales crisis

respondían a los manejos

turbios, a la falta de volun-

tad o a la incapacidad del jefe

del partido para llevar a cabo

la transformación social,

traicionando sus ideales.

SL:

Actúan por una “ética de la

convicción”, y dejan de lado la “éti-

ca de la responsabilidad”.

JC: Sí, porque esa postura es

natural en la condición del

intelectual. Simultáneamen-

te a tal desafección se forta-

leció el proceso de diferen-

ciación de las actividades in-

telectuales, a partir de los 50s;

poetas, pintores, escritores y

arquitectos lograron desa-

rrollar, aunque precariamen-

te, un espacio propio y au-

tónomo, pero sin abandonar

del todo sus inquietudes po-

líticas, tal como se puso de

manifiesto en diferentes

oportunidades, como fue el

caso en la lucha contra

Fujimori.

PATRIMONIALISMO Y

CULTURA POLITICA

SL:

¿A qué se debe la persisten-

cia del patrimonialismo que, según

tú, es parte de la herencia colo-

nial? ¿Crees que mantiene su fuer-

za o ha cambiado su naturaleza?

¿Hay una especie de neopatri-

monialismo?

JC: Hoy en día, hasta los or-

ganismos multilaterales reco-

nocen que los países latinoa-

mericanos sufren de distin-

tos grados de patrimo-

nialismo político. Es produc-

to de la herencia colonial en

tanto que, a pesar de impor-

tantes procesos de diferen-

ciación, subsiste una

jerarquizada estratificación

social-racial, y la concentra-

ción y personalización del

poder fundadas en el régi-

men presidencialista; factores

que, a su vez, refuerzan y

propician la existencia de

relaciones patrón-cliente.

Después del fujimorismo,

en el Perú existe una fuerte

crítica a esas realidades. Es

decir, estamos viviendo un

momento de tensión entre

un modo de organización

social y política basado en

un patrón salvador de la

patria y...

SL:

Si es que hay un jefe salva-

dor es porque hay muchos que

quieren ser salvados...

JC: Porque se sienten impo-

tentes para salvarse así mis-

mos... A este respecto debe-

mos examinar las razones de

la débil tradición liberal en el

Perú. Cuando decimos que

todavía prevalece la domi-

nación étnica, racial y regio-

nal, a pesar de los induda-

bles cambios que ha experi-

mentado el país durante los

últimos cuarenta años, está

confirmando la existencia de

una grave fragmentación so-

cial. La Comisión de la Ver-

dad nos informa de comu-

nidades y campesinos de la

sierra que eran arrastrados

por los senderistas o por las

rondas para masacrar a sus

vecinos, para saldar viejos

ajustes de cuentas.

SL:

A mediados de los años se-

senta hiciste una encuesta en las

provincias altas del Cuzco, en la

que preguntabas si estaban de

acuerdo o no con la siguiente afir-

mación: “Algunos han nacido

para mandar y otros para obede-

cer”. La mayoría dijo que sí.

¿Piensas que hoy la respuesta se-

ría la misma?

JC: No creo, por los vio-

lentos y significativos cam-

bios sociales, culturales, eco-

nómicos y políticos de los

últimos años. En este perio-

do el intenso proceso de

movilidad social se ha acom-

pañado con fuertes oscilacio-

nes en la participación polí-

tica. La expansión de los

medios de comunicación

también ha contribuido a al-

terar la creencia que cada cual

le correspondía un lugar de-

terminado por lo que “unos

han nacido para mandar y

otros para obedecer”.

SL:

En tus trabajos de sociolo-

gía histórica, como en

Clases,

Estado y Nación en el Perú,

has pasado de largo algunas tra-

diciones culturales, como el

republicanismo cívico, que ha sido

estudiado por Forment y McEvoy.

¿Tiene importancia este legado?

JC: Después de la indepen-

dencia hubo debates muy

intensos que combinaban tra-

diciones liberales y conserva-

doras, individualistas y

comunitaristas sino corpora-

tivas, autoritarias y democrá-

ticas fomentadas por los gér-

menes de una sociedad civil

que se enfrentaba al caudi-

llismo y los terratenientes. El

libro de Forment y los tra-

bajos de McEvoy son muy

buenos a este respecto, pero

es necesario observar que

estas discusiones se desarro-

llaban entre pequeños secto-

res intelectuales urbanos que,

paradójicamente, se asenta-

ban en las tradicionales es-

tructuras coloniales.

SL:

Si hubiera habido un

republicanismo cívico fuerte, habría-

mos tenidomenos corrupción y elites...

JC: Elites cultivadas...y libe-

rales.

SL:

Sí, el patrimonialismo pesa-

ba mucho.

JC: Las condiciones estruc-

turales eran determinantes

para que el liberalismo fuera

tan débil. Pero, a pesar de

esto, lo que hay que rescatar

es que gente como Juan

Bustamante, Juan Espinoza

o Francisco Bilbao –como

lo han señalado Carmen

McEvoy y David Sobrevilla–

denunciaran dichas condicio-

nes haciéndose eco del de-

bate europeo sobre la cues-

tión social y se involucraran

en las luchas sociales en de-

fensa del campesinado con-

tra los terratenientes.

Wáshington Delgado, Alfonso Imaña y Francisco Miró Quesada en la presentación de los

Artículos y Crónicas

de

Vallejo, 1998.

“Desde los años treinta se estableció una relación entre intelectuales y

la política basada en las esperanzas de transformación social; después, a partir

del 45´, en cada una de las siguientes transiciones a la democracia los intelectuales

y profesionales se incorporaron en la política; pero, a su vez, las crisis de

gobernabilidad de los cuatro gobiernos de transición a la democracia,

contribuyeron a que abandonaran decepcionados la vida política”.