LIBROS & ARTES
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JC: Los líderes políticos tien-
den a patrimonializar el po-
der si no existen poderosos
frenos y controles democrá-
ticos; Haya de la Torre y
Belaunde, cada uno a su
manera, imponían su volun-
tad y manejaban a discreción
sus partidos. Ese es uno de
los motivos de la mar-
ginación y abstención de in-
telectuales y empresarios de
la vida pública, lo que con-
tribuye a empobrecer la vida
política. Linz decía una ver-
dad de Perogrullo cuando
afirmaba que la calidad de
la política depende de la ca-
lidad de los políticos...
SL:
Hasta los años treinta la
relación intelectual-político era de
unidad: el líder político era al mis-
mo tiempo un intelectual. ¿Reco-
noces que ahí ha habido un divor-
cio?
JC: Creciente...
SL:
¿Crees que eso se debe a un
problema de la diferenciación que
implica la modernidad?
JC: ¡También!... pero más
que nada, por el uso patri-
monial de las organizaciones
políticas. Desde los años
treinta se estableció una rela-
ción entre intelectuales y la
política basada en las espe-
ranzas de transformación
social; después, a partir del
45´, en cada una de las si-
guientes transiciones a la de-
mocracia los intelectuales y
profesionales se incorpora-
ron en la política; pero, a su
vez, las crisis de gober-
nabilidad de los cuatro go-
biernos de transición a la
democracia, contribuyeron a
que abandonaran decepcio-
nados la vida política porque
consideraban que tales crisis
respondían a los manejos
turbios, a la falta de volun-
tad o a la incapacidad del jefe
del partido para llevar a cabo
la transformación social,
traicionando sus ideales.
SL:
Actúan por una “ética de la
convicción”, y dejan de lado la “éti-
ca de la responsabilidad”.
JC: Sí, porque esa postura es
natural en la condición del
intelectual. Simultáneamen-
te a tal desafección se forta-
leció el proceso de diferen-
ciación de las actividades in-
telectuales, a partir de los 50s;
poetas, pintores, escritores y
arquitectos lograron desa-
rrollar, aunque precariamen-
te, un espacio propio y au-
tónomo, pero sin abandonar
del todo sus inquietudes po-
líticas, tal como se puso de
manifiesto en diferentes
oportunidades, como fue el
caso en la lucha contra
Fujimori.
PATRIMONIALISMO Y
CULTURA POLITICA
SL:
¿A qué se debe la persisten-
cia del patrimonialismo que, según
tú, es parte de la herencia colo-
nial? ¿Crees que mantiene su fuer-
za o ha cambiado su naturaleza?
¿Hay una especie de neopatri-
monialismo?
JC: Hoy en día, hasta los or-
ganismos multilaterales reco-
nocen que los países latinoa-
mericanos sufren de distin-
tos grados de patrimo-
nialismo político. Es produc-
to de la herencia colonial en
tanto que, a pesar de impor-
tantes procesos de diferen-
ciación, subsiste una
jerarquizada estratificación
social-racial, y la concentra-
ción y personalización del
poder fundadas en el régi-
men presidencialista; factores
que, a su vez, refuerzan y
propician la existencia de
relaciones patrón-cliente.
Después del fujimorismo,
en el Perú existe una fuerte
crítica a esas realidades. Es
decir, estamos viviendo un
momento de tensión entre
un modo de organización
social y política basado en
un patrón salvador de la
patria y...
SL:
Si es que hay un jefe salva-
dor es porque hay muchos que
quieren ser salvados...
JC: Porque se sienten impo-
tentes para salvarse así mis-
mos... A este respecto debe-
mos examinar las razones de
la débil tradición liberal en el
Perú. Cuando decimos que
todavía prevalece la domi-
nación étnica, racial y regio-
nal, a pesar de los induda-
bles cambios que ha experi-
mentado el país durante los
últimos cuarenta años, está
confirmando la existencia de
una grave fragmentación so-
cial. La Comisión de la Ver-
dad nos informa de comu-
nidades y campesinos de la
sierra que eran arrastrados
por los senderistas o por las
rondas para masacrar a sus
vecinos, para saldar viejos
ajustes de cuentas.
SL:
A mediados de los años se-
senta hiciste una encuesta en las
provincias altas del Cuzco, en la
que preguntabas si estaban de
acuerdo o no con la siguiente afir-
mación: “Algunos han nacido
para mandar y otros para obede-
cer”. La mayoría dijo que sí.
¿Piensas que hoy la respuesta se-
ría la misma?
JC: No creo, por los vio-
lentos y significativos cam-
bios sociales, culturales, eco-
nómicos y políticos de los
últimos años. En este perio-
do el intenso proceso de
movilidad social se ha acom-
pañado con fuertes oscilacio-
nes en la participación polí-
tica. La expansión de los
medios de comunicación
también ha contribuido a al-
terar la creencia que cada cual
le correspondía un lugar de-
terminado por lo que “unos
han nacido para mandar y
otros para obedecer”.
SL:
En tus trabajos de sociolo-
gía histórica, como en
Clases,
Estado y Nación en el Perú,
has pasado de largo algunas tra-
diciones culturales, como el
republicanismo cívico, que ha sido
estudiado por Forment y McEvoy.
¿Tiene importancia este legado?
JC: Después de la indepen-
dencia hubo debates muy
intensos que combinaban tra-
diciones liberales y conserva-
doras, individualistas y
comunitaristas sino corpora-
tivas, autoritarias y democrá-
ticas fomentadas por los gér-
menes de una sociedad civil
que se enfrentaba al caudi-
llismo y los terratenientes. El
libro de Forment y los tra-
bajos de McEvoy son muy
buenos a este respecto, pero
es necesario observar que
estas discusiones se desarro-
llaban entre pequeños secto-
res intelectuales urbanos que,
paradójicamente, se asenta-
ban en las tradicionales es-
tructuras coloniales.
SL:
Si hubiera habido un
republicanismo cívico fuerte, habría-
mos tenidomenos corrupción y elites...
JC: Elites cultivadas...y libe-
rales.
SL:
Sí, el patrimonialismo pesa-
ba mucho.
JC: Las condiciones estruc-
turales eran determinantes
para que el liberalismo fuera
tan débil. Pero, a pesar de
esto, lo que hay que rescatar
es que gente como Juan
Bustamante, Juan Espinoza
o Francisco Bilbao –como
lo han señalado Carmen
McEvoy y David Sobrevilla–
denunciaran dichas condicio-
nes haciéndose eco del de-
bate europeo sobre la cues-
tión social y se involucraran
en las luchas sociales en de-
fensa del campesinado con-
tra los terratenientes.
Wáshington Delgado, Alfonso Imaña y Francisco Miró Quesada en la presentación de los
Artículos y Crónicas
de
Vallejo, 1998.
“Desde los años treinta se estableció una relación entre intelectuales y
la política basada en las esperanzas de transformación social; después, a partir
del 45´, en cada una de las siguientes transiciones a la democracia los intelectuales
y profesionales se incorporaron en la política; pero, a su vez, las crisis de
gobernabilidad de los cuatro gobiernos de transición a la democracia,
contribuyeron a que abandonaran decepcionados la vida política”.