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LIBROS & ARTES

Página 22

la economía griega. En sus

escritos de 1844 dijo: “Su-

pongamos que el hombre es

hombre y su relación con el

mundo es una relación hu-

mana. Entonces se puede

cambiar amor con amor.

Entonces se puede cambiar

confianza solamente por

confianza”. Suena a bíblico

¿no? Pero el hombre, según

el mismo Marx, vive un esta-

do de caída, vive solo pen-

sando en el dinero y el dine-

ro es la aptitud, en sus pro-

pias palabras, “alienada” del

hombre. El dinero es huma-

nidad alienada del hombre.

El marxismo pide a sus

adherentes un compromiso

total y ofrece a cambio una

explicación completa de la

función del hombre en la rea-

lidad biológica y social. Sin

embargo, la más importante

predicción marxista no se ha

cumplido: el derrumbe del

capitalismo. Antes por el

contrario, lo que ha desapa-

recido es la Unión de Repú-

blicas Socialistas Soviéticas, el

llamado socialismo realmen-

te existente, y la China, el

otro gigante socialista, man-

teniendo el lenguaje revolu-

cionario, incorpora a su prác-

tica conductas y procedi-

mientos de origen capitalis-

ta.

Tomando los debidos

recaudos, acerquémonos,

desde la perspectiva que aho-

ra nos interesa, al psicoanáli-

sis. Freud utilizó abundante-

mente los mitos y el material

imaginario y poético de la li-

teratura para explicar diver-

sas partes de sus aportes teó-

ricos; llegó a asociar su pro-

pia vida de trabajo y la difícil

historia del psicoanálisis con

un modelo mítico y en su eta-

pa final desarrolló una mito-

logía conmovedora de la

creación y de la extinción en

el hombre que llega a som-

brías conclusiones respecto a

la naturaleza humana. Si

Marx identificaba su misión

con la de Prometeo, el por-

tador de la antorcha de la re-

belión, Freud parece haber

tenido una autoidentificación

con la figura de Moisés, el

conductor que prepara al

pueblo para llegar a la tierra

prometida y no puede pasar

de los linderos del desierto.

En su texto

Más allá del prin-

cipio del placer

describe a dos

deidades que gobiernan y di-

viden a nuestro ser, amor y

muerte, Eros y Tánatos. El

conflicto ente ellos determi-

na todo lo más importante

que pasa a los hombres. Pero

al final, lo sabemos bien, es

Tánatos el más fuerte, el que

está más cerca de las raíces

del hombre. La vida orgáni-

ca es concebida como una

desviación de la naturaleza y

terminará tarde o temprano.

Una gran quietud volverá a

la creación cuando la vida

vuelva a la condición natural

de lo inorgánico. Es cierto

que Freud consideró que es-

tas son especulaciones de la

imaginación, que no eran es-

trictamente científicas y que

eran reflexiones de un hom-

bre que envejecía en medio

de la posibilidad permanen-

te de otra guerra, más terri-

ble que la que había conoci-

do entre 1914 y 1918, de la

que conocía sus anuncios

con las persecuciones a los

judíos y a él mismo, por lo

tanto. Pero es verdad tam-

bién que la antinomia de

Eros y Tánatos ha hecho for-

tuna más allá de los linderos

del psicoanálisis y es común-

mente usada en los más di-

versos contextos, sin discu-

tirse

verdaderamente.

Heidegger definió al hombre

como un ser para la muerte,

puesto que es el único indi-

viduo, entre todas las espe-

cies que pueblan la tierra, que

tiene clara conciencia de su

finitud. Lo que hace Freud es

trasladar el carácter efímero

de la vida de un individuo a

toda la especie. En el campo

metafórico, Marx tiene el ím-

petu juvenil de quien pro-

mueve revoluciones y Freud

llega a conclusiones sombrías

características de un hombre

que vive reflexivamente su

propia senectud.

Lèvi-Strauss concebía a

la antropología como la cien-

cia del hombre y tenía como

modelos a la investigación

marxista de las fuerzas socia-

les y a la visión psicoanalítica

del inconsciente y de la vida

racional del hombre. Sostie-

ne que de todas las polarida-

des fundamentales del desti-

no del hombre, la más impor-

tante es la que vincula Natu-

raleza con Cultura. Para Lèvi-

Strauss los mitos no son otra

cosa que los instrumentos de

la supervivencia del hombre

como especie pensante y so-

cial. Con ellos comprende o

cree comprender el sentido

del mundo, encuentra una

coherencia y afronta su pro-

pia presencia en la tierra irre-

mediablemente contradicto-

ria, dividida, ajena. El hom-

bre se encuentra en una tela-

raña de contradicciones ele-

mentales, entre lo masculino

y lo femenino, entre la luz y

la oscuridad, lo comestible y

lo tóxico, lo móvil y lo iner-

te, entre el ser y el no ser, la

famosa pregunta de Hamlet,

y parece haber elegido el no

ser, como lo prueba la depre-

dación de todos los rincones

de la tierra. El hombre no

puede resolver ninguna de las

formidables antítesis a las

que se ve enfrentado con

procedimientos solamente

racionales y tiene una interro-

gación que atraviesa todas

sus meditaciones: el misterio

de sus orígenes y el misterio

de su extinción. Para Lèvi-

Strauss el hombre es un pri-

mate mitopoético, un animal

capaz de elaborar mitos y a

través de ellos soportar la

dureza de su propia existen-

cia. Pocos estudiosos como

Lévi-Strauss han cargado

tanto las tintas en los horro-

res del siglo XX: la barbarie

política, la carrera arma-

mentística nuclear, le parecen

accidentes en la voluntad

tanática del hombre, que es

la que prevalecerá. El hom-

bre occidental, después de

haber depredado todos los

rincones de la tierra, vuelve

su formidable poder destruc-

tivo contra sí mismo. Los

movimientos ecologistas le

parecen a Lèvi-Strauss tar-

díos intentos de salvación de

la tierra y, finalmente, de la

propia especie humana.

Vistas en conjunto, las

obras de Marx, Freud y

Lèvi-Strauss son como esos

hielos eternos que, observa-

dos desde lejos, dejan ver

una pequeñísima parte de su

inmenso volumen. Ellos son

los visionarios del lado som-

brío de la especie humana.

Uno, Marx, poseedor de la

esperanza de Prometeo, y

dos, Freud y Lèvi- Strauss, si

bien apasionados por la for-

midable capacidad creativa

del hombre, dotados contra-

dictoriamente de una inquie-

ta resignación por la extin-

ción de la humanidad.

Los poetas no suelen ela-

borar sistemas complejos ni

filosóficos, ni históricos, ni

de ninguna otra índole. Por

caminos desconocidos para

ellos mismos, por los que

transitan muchas veces a

tientas, tienen relampa-

gueantes visiones de verda-

des a las que los pensadores

llegan a través de muchísi-

mos años de trabajo. Así,

César Vallejo, poeta que

como pocos rezuma el espí-

ritu de la lengua española, en

muchos de sus textos pene-

tra en los problemas más

acuciantes de la especie hu-

mana. Leamos ahora uno de

sus textos más característi-

cos:

Un hombre pasa con un pan al

hombro

¿Voy a escribir, después, sobre mi

doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un

piojo de su axila, mátalo

¿Con qué valor hablar del psicoa-

nálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con

un palo en la mano

¿Hablar luego de Sócrates al mé-

dico?

Reunión familiar. c. 1947.

“Los poetas no suelen elaborar sistemas complejos ni filosóficos, ni

históricos, ni de ninguna otra índole. Por caminos desconocidos para ellos

mismos, por los que transitan muchas veces a tientas, tienen relampagueantes

visiones de verdades a las que los pensadores llegan a través de muchísimos

años de trabajo. Así, César Vallejo, poeta que como pocos rezuma el espíritu

de la lengua española, en muchos de sus textos penetra en los problemas

más acuciantes de la especie humana”.