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LIBROS & ARTES

Página 20

EL POEMA DEL YUGO

Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros un yugo;

Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos;

A cada paso, dos grandes baldes de leche chocan

Uno con otro contra sus rodillas;

El alma materna de las vacas, la espuma del pasto masticado,

Brotan en olas nauseosas dulces.

Soy igual que la sirvienta de la granja;

A lo largo del dolor me avanzo de un paso firme;

El balde del lado izquierdo está lleno de sangre;

Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo.

El balde del lado derecho está lleno de hielo;

Puedes inclinarte y contemplar tu rostro laso.

Así voy entre mi destino y mi suerte,

Entre mi sangre caliente y líquida y mi amor límpido muerto.

Y cuando esté segura que ni espejo ni bebida

Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,

No quebraré el espejo resignado,

No volcaré el balde donde sangró toda mi vida.

Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra

Allí donde están los muertos que en él a beber vendrán.

Iré donde están las olas con mi balde de hielo;

El breve gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto;

Un rostro pálido grande se asomará a la duna

Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la luna.

HOSPES COMESQUE

Cuerpo llevando el alma, siempre vanamente

Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar;

Corazón infinito en el cáliz naciente;

Boca que busca el nuevo verbo de besar.

Mares de navegar, fuentes para beber;

Trigo y vino ritual en la mesa mezclados;

Refugio de dulzura el vago adormecer;

Tierra que se despliega en los pasos alados.

Aire que me llenas de espacio y de equilibrio;

Nervios por donde viaja el cóncavo delirio;

Mirada interrumpida en el vasto universo.

Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos.

No puedo no querer la sombra que tenemos,

No apresar con ella el resplandor de un verso.

IMPROMTU

Para la muerte de Marie Laurencin

El ángel de la muerte te saluda

María, alma llena de gracia,

Apolo allí arriba prepara tu lugar.

El verano pasa, y pasa el invierno.

La cierva del bosque se perdió...

Los ángeles blancos, rosados y azules

Llegaron aquí para llevarte al cielo.

De

Las caridades de Alcipo.

Traducción: Silvia Barón

anuncia el poeta griego mo-

derno Kavafis cuando canta

los viajes de Ulises. Se ha via-

jado para regresar a una pa-

tria perdida o para conquis-

tar o evangelizar, pero como

dice M. Yourcenar, los viajes

en busca del conocimiento

pertenecen a todos los tiem-

pos: los sabios griegos en

Egipto, los romanos en Gre-

cia, los viajes de los japone-

ses a Corea o China o los de

los filósofos occidentales de

la Edad Media al mundo mu-

sulmán y Asia.

Adriano viaja para con-

quistar y explorar las fronte-

ras bárbaras, pero también

por placer y pasión persona-

les, siendo sensible al bello

espectáculo del mundo.

Zenón viaja debido a su tra-

bajo de médico, pero tam-

bién porque es víctima de

múltiples persecuciones que

lo obligan a huir de un país a

otro. Cuando prueba las

agradables sensaciones que le

producen los primeros viajes,

se maravilla por la asociación

que establece entre viaje y

conocimiento, preguntándo-

se ¿quién puede ser tan in-

sensato como para morir sin

haber dado, por lo menos,

una vuelta por su cárcel?

Para Yourcenar un viaje

significaba

ver bien un país, co-

nocerlo, y hasta cierto punto, ha-

cerlo suyo en el propio presente y

el pasado, tratando de ver lo que

significa para los que en él viven

6

.

También atravesar los su-

burbios sórdidos y las aglo-

meraciones, los mercados

donde la gente bulle y rega-

tea los productos, o los ce-

menterios donde las lápidas

enseñan el dolor en sus ins-

cripciones; o sentir la triste-

za de los habitantes y cono-

cer la historia que la origina.

Tan central en la obra y vida

de la escritora fue la experien-

cia del viajar, que la compa-

raba, metafóricamente, con

las tendencias naturales que

movilizan a las aves migra-

torias: un impulso casi místi-

co por partir, una vital necesi-

dad de sentirse en otra parte.

EL OLORDE LA TIERRA

DESNUDA

Yourcenar, celosa de su

libertad y contraria a toda

servidumbre, privilegió la

voluntad de elección, acep-

tando separarse del rebaño

para afirmarse a sí misma,

guiando su camino con la

metáfora con la que alguna

vez intentó explicar lo extra-

ña que era la vida de uno de

sus personajes: todo fluye

como el torrente de un río, a

veces límpido, a veces fango-

so, pero sólo los hechos im-

portantes, en vez de deposi-

tarse en el fondo del lecho,

emergen a la superficie y al-

canzan con nosotros el mar.

La escritora, desde muy jo-

ven, se inventó a pulso su

propia vida, y tal vez por esta

razón fue sensible a extraer

de la reflexión vital el relieve

humano y la profundidad

ontológica de su obra. El mis-

mo esmero tuvo con los tiem-

pos de la creación. Decía que

había que esperar que un tema

literario creciera como una

planta a la que se riega cuida-

dosamente, hasta que logran

brotar sus yemas entre las raí-

ces y se llega a sentir el olor

de la tierra desnuda.

6

Yourcenar M. (1993)

. Una vuelta

por mi cárcel

. Santillana S. A: Ma-

drid. p. 174.

POESÍA / MARGUERITE YOURCENAR

Raúl Porras y Jorge Basadre.