LIBROS & ARTES
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EL POEMA DEL YUGO
Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros un yugo;
Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos;
A cada paso, dos grandes baldes de leche chocan
Uno con otro contra sus rodillas;
El alma materna de las vacas, la espuma del pasto masticado,
Brotan en olas nauseosas dulces.
Soy igual que la sirvienta de la granja;
A lo largo del dolor me avanzo de un paso firme;
El balde del lado izquierdo está lleno de sangre;
Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo.
El balde del lado derecho está lleno de hielo;
Puedes inclinarte y contemplar tu rostro laso.
Así voy entre mi destino y mi suerte,
Entre mi sangre caliente y líquida y mi amor límpido muerto.
Y cuando esté segura que ni espejo ni bebida
Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,
No quebraré el espejo resignado,
No volcaré el balde donde sangró toda mi vida.
Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra
Allí donde están los muertos que en él a beber vendrán.
Iré donde están las olas con mi balde de hielo;
El breve gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto;
Un rostro pálido grande se asomará a la duna
Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la luna.
HOSPES COMESQUE
Cuerpo llevando el alma, siempre vanamente
Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar;
Corazón infinito en el cáliz naciente;
Boca que busca el nuevo verbo de besar.
Mares de navegar, fuentes para beber;
Trigo y vino ritual en la mesa mezclados;
Refugio de dulzura el vago adormecer;
Tierra que se despliega en los pasos alados.
Aire que me llenas de espacio y de equilibrio;
Nervios por donde viaja el cóncavo delirio;
Mirada interrumpida en el vasto universo.
Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos.
No puedo no querer la sombra que tenemos,
No apresar con ella el resplandor de un verso.
IMPROMTU
Para la muerte de Marie Laurencin
El ángel de la muerte te saluda
María, alma llena de gracia,
Apolo allí arriba prepara tu lugar.
El verano pasa, y pasa el invierno.
La cierva del bosque se perdió...
Los ángeles blancos, rosados y azules
Llegaron aquí para llevarte al cielo.
De
Las caridades de Alcipo.
Traducción: Silvia Barón
anuncia el poeta griego mo-
derno Kavafis cuando canta
los viajes de Ulises. Se ha via-
jado para regresar a una pa-
tria perdida o para conquis-
tar o evangelizar, pero como
dice M. Yourcenar, los viajes
en busca del conocimiento
pertenecen a todos los tiem-
pos: los sabios griegos en
Egipto, los romanos en Gre-
cia, los viajes de los japone-
ses a Corea o China o los de
los filósofos occidentales de
la Edad Media al mundo mu-
sulmán y Asia.
Adriano viaja para con-
quistar y explorar las fronte-
ras bárbaras, pero también
por placer y pasión persona-
les, siendo sensible al bello
espectáculo del mundo.
Zenón viaja debido a su tra-
bajo de médico, pero tam-
bién porque es víctima de
múltiples persecuciones que
lo obligan a huir de un país a
otro. Cuando prueba las
agradables sensaciones que le
producen los primeros viajes,
se maravilla por la asociación
que establece entre viaje y
conocimiento, preguntándo-
se ¿quién puede ser tan in-
sensato como para morir sin
haber dado, por lo menos,
una vuelta por su cárcel?
Para Yourcenar un viaje
significaba
ver bien un país, co-
nocerlo, y hasta cierto punto, ha-
cerlo suyo en el propio presente y
el pasado, tratando de ver lo que
significa para los que en él viven
6
.
También atravesar los su-
burbios sórdidos y las aglo-
meraciones, los mercados
donde la gente bulle y rega-
tea los productos, o los ce-
menterios donde las lápidas
enseñan el dolor en sus ins-
cripciones; o sentir la triste-
za de los habitantes y cono-
cer la historia que la origina.
Tan central en la obra y vida
de la escritora fue la experien-
cia del viajar, que la compa-
raba, metafóricamente, con
las tendencias naturales que
movilizan a las aves migra-
torias: un impulso casi místi-
co por partir, una vital necesi-
dad de sentirse en otra parte.
EL OLORDE LA TIERRA
DESNUDA
Yourcenar, celosa de su
libertad y contraria a toda
servidumbre, privilegió la
voluntad de elección, acep-
tando separarse del rebaño
para afirmarse a sí misma,
guiando su camino con la
metáfora con la que alguna
vez intentó explicar lo extra-
ña que era la vida de uno de
sus personajes: todo fluye
como el torrente de un río, a
veces límpido, a veces fango-
so, pero sólo los hechos im-
portantes, en vez de deposi-
tarse en el fondo del lecho,
emergen a la superficie y al-
canzan con nosotros el mar.
La escritora, desde muy jo-
ven, se inventó a pulso su
propia vida, y tal vez por esta
razón fue sensible a extraer
de la reflexión vital el relieve
humano y la profundidad
ontológica de su obra. El mis-
mo esmero tuvo con los tiem-
pos de la creación. Decía que
había que esperar que un tema
literario creciera como una
planta a la que se riega cuida-
dosamente, hasta que logran
brotar sus yemas entre las raí-
ces y se llega a sentir el olor
de la tierra desnuda.
6
Yourcenar M. (1993)
. Una vuelta
por mi cárcel
. Santillana S. A: Ma-
drid. p. 174.
POESÍA / MARGUERITE YOURCENAR
Raúl Porras y Jorge Basadre.