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::¡uc sus

recursos

scun

sobrados.

L""-,

perseverante, en sus

relacio ~

ne , la visita aquí como la

vi.~ itabn.

en el 'l'igre. L* Todavia es

pob re,

y

en su ba tar do con sorcio, no puede osten tar el desahogo

y

h .s

comodid ades qne mas

tarde di

' frut6.

Para

este tiempo ya

t enia lu.;i1r la entrada del reo

á

1i

casa, como dependiente, con

-el

ueldo d e

S5

so.',

numcntado

<les

u c8

la

ta

40. Los prime–

ros años de i:::er

vioio fuer

on d esen

n<

fiados

con horn\3,<lez

y

labo–

rio.-iébcl. El jóvc:n

pare.da

(ligrrn;

nin ·nn mal ost !mulo había em–

puj;)do su alma ul

a.Li n1

del crímcn . Parecia conform rse con su

modestísima. situa

cion

. que yo habria. ·ambiallo, si él persever:ira

en ella.. Pero no fu 6

así.

Los gastos de mi

casa

confiadcs

á

mi es–

posa, co

menzar on

á.

crecer considerab lemen te, siendo IJ* el en–

carga.do

de sumini tra:r

do

la

caja.,el

di nero necesario

l

al'a. cubrir–

los y de

asental' en el li bro diario, que él mismo llevaba., de su

puño

y

letra ,

ln.s pn

rtidas correspondientes.

Las

costumbres de

mi familia no se habüm alterado, no t;e hacian desembol. os ex–

traordinario ,

y

sin

embnr~o ,

el

libro,

á

contar desde e l año

65

ofrecia

á

mi

vista,

ó

partidas

fuertes

6

partida

mul tiplicadas que

in1portaban fuertes

umn

·en cada mes. E. ·to no era

la

verdad.

En

rni casa no se notaba disipacion,

y

era preciso

q u e

hubiese sa–

lidas clandes inas

para

e8plic<i · el quebranto de la caja.

E as salidL s exi. tian en r alidad . La lDmilia Cá.rdenas

y

L-*

no

habitaban ya el humilde altillo de

á

seis pesos, en casa de Ma–

nuel I-Ierrera, sino una ca. a del mismo, que va1ia treinta pesos.

!-Iabian comprado rn neblcs

y

alhajas, tcnian s irvien tes

y

menaje:

1a

estr

ch~z

no , e en ontraba

y ·

á

sus puertas. Así declara D. Ma–

nuel Herrera

á.

f. 73, asegurando que

la

posicion de la Oá.rdenas

vari6

radicalmente, r 8mmciando hasta a l nombre de ·l\Ianuela

Flores que antes llevaba, par::t cu. o cambio dió , por pretexto, el

temor de un h ombre que había

~ido

amante suyo

y

que la busca–

ba. ¿Porque no lo temía cuando estaba en el a lti11o'? Tristes con–

tradiccion es en que la mente ofuscadn. cae, cuando quiere sus–

traerse

á

los rubores do h culpa.

La F lores que ha pasado

á.

s~r

Oairdenas,

la pobre que ha pa–

sado

:i

ser acomodada, e encuentra ya en una casita. Para ocul–

tar ]as vel'güenzas de la pobrezn. h onrada, ha caido en las desver–

güenzas de ]a abunJ<..ncia crimjnn.1,

lanzando en esa via de per–

dicion al hombro que v i\Te con ella en ayuntamiento

y

de quien

tiene hijo

como lo ha r epetido varias v ces, por si

y

por la boca

de u

::i

poderados

y

do , us defen. ores. Para efectuar esa

tran–

sicion súbíta,

L .;:-

hizo pasar tarnbien el dinero de mi caja,

á

sus

arcns pnr ticulare , donde debía producir los milagros transforma–

dores de que hablan D. Manuel Herrera

y

otros testigos. Y pa–

ra reaJizar e:stc plan ocurrió

á

la exajeracion de una¡:;i partidas

y

á.

la acumu1acion de otras, dejando siempre inmensa diferencia en–

tro ercargo que apuntaba contra mi esposa

y

lo que ella en reali–

dad recibía.