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DE

MI TIERHA

gn1r

a

los deudores

y

entretener

a

los acreedores? Es–

tas preguntas que

a

cada momento

se

dir~j~

a

si mis–

mo Don Pantaleon, le hacen consagrar una gran par–

te de

sus

devociones diarias

a

la

conservacion

de

la

vj.–

da

y

de la salud de su adorada mitad.

.

Asi es que, durante el cuarto de hora que Doria

Escolastica estubo cun.

el

pie en el estribo

de la

ca–

lesa, dando

SUS

ultimas ordenes

a

}os criados; el pobrn

hombre sufri6 tres

6

cuatro descargas de un vivisimo

fuego graneado, que .civo tan pocas consecuencias,

como un apercibimiento judicial.

Estas descargas

foeron unas veces

p.

que el bnen marido no tenia

el comedimiento de embanastar en la calesa la hu–

manidad de su consorte;

y

otras, por el contrario, po.r-

,

qne, con dilijencia poco comun. le prestaba su ayuda

en tan delicada opefacion.

jGua! /gua! /gua! Ya

viene con el

di.~fuerzu

de

darme

la mano .•••

tDe cuan–

do

aca?

jAy,

senor!

tY

en que

circimstancias?

&c1,1,an ~

do me

ve

ocupada todfl'Via

con los criados! .•• .,.

••

Ya se

ve,

com.o

el

no tiene mas

trabajo

que sentarse

a

la me–

sa

y

engullir.

• ••

Vamos

dejeme

U.

en paz,

y

no me

venga

a,

incmnodar.

.

Esto era nn as veces. Otras era.

.LY!irenlo

alti,

clavado,,. en la

puerta de la calle

como

un

zampalimones,

sin

l~egarse,

ni

por el

que dirlm,

a

suhir

"r···

a

SU

mujer

a

la

C€llesa!

lHa visto U. hombre

de

la

laya?

Por fin · acab6 la charla de Dona Escolastica;

y

el

matrimonio se arr.ellan6 en la calesa, no sin algtrnas

contestaciones

sotto voce ·entre

ambos c6nyujes.

Y

dos

canastos se acomodaron

a

los pies. Y los· tres intersti–

cios entre canastos

y

calesa

fw:'!ron

acunados con tres

muchachos. Y Dofia Escolastica dijo

tira;

y

luego

para;

y

luego

Valentin,.,,

icitidado con

tus carreras!

y

luego

j,que ltaccs

anfrnal?

j,porque

.,,1~

t£1:as

?

Y

Valentin

·

di(> uu par de l{itigos

a

la

mula~C?le

las varas;

y

la

nave capitana- zarpo

a

las diez

·y

media de la maiiana.

·y

en seguida, con intervalos de liln cuarto de hora,

que

se consnrnieron en ]Jantos de chiqui1los

y

refunfu–

fios de cri;\.dos , siguieron atarugados de mnjeres

y

de criaturas otros dos carruajes, que, en benefici0 do

la comodidad

y

de la presteza del viaje, debieran ha–

ber si<lo tres,para que el tercero condujese los enormes

sombreros de ehina de

toda

la

mulater~a.

Y despues