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ORESTES

DI

LULLO

(I),

cuyo sabor delicado conocian con

sorprendente intuici6n de gourmets, a

tal punto que nunca comieron la carne

fresca de que ·hoy se ufanan Jos ediles

higienicos, prefiriendo consumirla s6Io

de.spues que el proceso cadaverico,

rigi–

do de espasmos y

1

coagulaciones, habia

cesado, para dar lugar a esa blanda fun–

ci6n de lisis, en que los tejidos adquie–

ren la madurez

y

la ternura que tan gra–

tas son

al

paladar experimentado.

Rodaron los tiempos

y

se perdieron

hasta los ultilnos baluartes de Ia civili–

zaci6n indfgena, quedando solo resabios

de

su vida en la experiencia del nativo,

Ueno de instinto, y en algun parrafo del

folk-lore artistico.

Entre los restos de su poderoso do–

minio e inteligencia es posible, sin em–

bargo, encontrar todavia en los habitan–

tes de la selva, es.e gusto por la carne

manida

y

asada,

y

la n1aravilla de su

tec–

nica, tanto para la conservaci6n de las

propiedades esenciales del gusto y del ol-

(I) " ...

que

ban muerto <!on

aqueJlca.9

tlechae

en–

Jacrbolnd.as

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de

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y

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Oarta

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y

de

Xa.ra

y Zej10

·al Dr. Mon:ardel!C,

Pag.

233 de "CO'Jltrl–

buclones

a la

M.aterf1a

M~dlea

Argentina"

del

Dr.

Juan

A .

Doonlnguez.

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