ORESTES
DI
LULLO
(I),
cuyo sabor delicado conocian con
sorprendente intuici6n de gourmets, a
tal punto que nunca comieron la carne
fresca de que ·hoy se ufanan Jos ediles
higienicos, prefiriendo consumirla s6Io
de.spues que el proceso cadaverico,
rigi–
do de espasmos y
1
coagulaciones, habia
cesado, para dar lugar a esa blanda fun–
ci6n de lisis, en que los tejidos adquie–
ren la madurez
y
la ternura que tan gra–
tas son
al
paladar experimentado.
Rodaron los tiempos
y
se perdieron
hasta los ultilnos baluartes de Ia civili–
zaci6n indfgena, quedando solo resabios
de
su vida en la experiencia del nativo,
Ueno de instinto, y en algun parrafo del
folk-lore artistico.
Entre los restos de su poderoso do–
minio e inteligencia es posible, sin em–
bargo, encontrar todavia en los habitan–
tes de la selva, es.e gusto por la carne
manida
y
asada,
y
la n1aravilla de su
tec–
nica, tanto para la conservaci6n de las
propiedades esenciales del gusto y del ol-
(I) " ...
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del
Dr.
Juan
A .
Doonlnguez.
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