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En esta ocas1on ya no fuí preso y escapé de este
fu–
ror canino que los españoles han mostrado siempre que
se han hallado los hombres bajo de sus garras; pero
los miembros de mi hermano repartidos en las entr(ldas
de la ciudad, el aniquilamiento de una familia inocen–
te e ilustre que había mantenido toda la pureza, senci–
llez y dulzura de nuestros virtuosos padres y antiguos
Incas, por la magnánima resolución con que el padre
había querido romper las cadenas puestas por la ava–
ricia y el Íanatismo, y cuyo peso agrava diariamente el
progreso de la inmoralidad; el horror amargo de ver
caela Bastidas
y
a Tomasa Tito Condemayta, a guisa de morda–
za, se las puso un palo en la boca, amarrado en sus extremos
con un cordel, echándole fuertemente un nu.do sobre Ja nuca.
Con ferocidad innombrable le cortaron Ja lengua a Túpac Ama–
ru, a su tío, a su hijo y a sus cuñados. Después fueron sus–
pendidos en Ja horca doce prisioneros, los últimos de la lista
anterior. Siguieron luego la misma suerte Francisco Túpac Ama–
ru, Antonio Bastidas, Pedro Mendigure e Hipólito Túpac Ama–
ru. Y luego también se le aplicó el garrote a Tomasa Tito Con–
demayta y a Micaela Bastidas, pero a ésta en la forma que
hemos narrado en nota anterior. De estas escenas horribles, por
disposición de Areche, fué espectador José Gabriel Túpac Ama–
ru. Fueron ahorcados delante de sus ojos, sus más leales com–
pañeros y sus familiares predilectos. ¿Cómo no reventó el co–
razón del Cat:dillo, mientras presenciaba el extrangulamiento
de su esposa Micaela Bastidas, Ja heroína orgullosa y altanera?
¿Cómo no reventó el corazón del Héroe al ver a su hijo Hipólito,
casi un niño, pendiente de la horca, la lengua cortada, Ja boca
abierta chorreando sangre? ...
Y después. . . Túpac Amaru fué amarrado de cada pie
y
cada
mano a la cincha de cuatro caballos, respectivamente, que tira–
ron a la carrera, cada uno en direcciones contrarias, pues Ja sen–
tencia ordenaba "que arranquen de una vez los caballos, de for–
ma que quede dividido su cuerpo en otras tantas partes". Un
testigo de este bárbaro crimen escribe: "porque los caballos no
fuesen muy fuertes o porque el indio fuese de fierro, no pu–
dieron dividirlo, después que por un largo rato estuvieron tiro–
neando". Por esta causa se Je cortó la cabeza, los brazos y las
piernas. Carnicería igual se llevó a cabo en
los cuerpos de
su esposa, de su hijo y de las otras víctimas, y las cabezas
sangrientas se expusieron en diferentes lugares visibles. Y hubo