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cer cargado de cadenas,
y
con toda fiereza
y
orgullo
de déspota le pregunta por sus cómplices, a que con–
testando no conocerlos de vista, mandó reunir todos los
vecinos decentes
y
se los presentó en línea para que
de entre ellos señalase a quiénes conocía cómplices; en–
tonces con un noble desprecio le dice:
"aquí
no
hay
más
cómplíce
que
tú
y
yo,·
tú,
por
opresor,
y
yo, por
liber–
tador,
merecemos
la
muerte" {e).
El precio de esta contestación la sentirán las almas
que saben odiar cuanto es debido a los déspotas; ella
es una verdad conocida de los filósofos, porque saben
bien que en un país despotizado sólo el déspota es cri–
minal; que el hombre esclavizado se halia .en un estado
contra la naturaleza,
y
que el tirano ha hecho degene-
General del Valle, en la ,cual le avisa la prisión de Túpac Ama–
ru en el ,pueblo de Langui, y que él (el cura) preparó la embos–
cada para la traición; terminando con estas palabras denuncia–
doras de la infa.rriia: "Vea, useñoría, que bien eché el carta–
bón".
(Archivo General de Indias de Sevilla. Sección Audien–
cia de Lima, legajo
1040).
¿Recibiría Santa· Cruz el premio de su crimen? ¿Le darían
las simbólicas monedas al judas? Posiblemente, sí. En el ban–
do que publicó Fernando lnclán y Valdés, Teniente de Capitán
General, Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad
d~l
Cuzco,
en 15 de Noviembre de 1780, a raíz de estallar la Revolución
encabezada por José Gabriel Túpac Amaru, se encuentra el si–
guien,te acápite:
"A cualquiera que entregare, muerto o vivo, al expresado
traidor José Túpac Amaru, se le dará dos mil .pesos, con los
demás premios y honores que experimentará de la Real Mag–
nificencia, quedando si fuese plebeyo, sin más que este hecho,
por noble con toda su familia".
(Archivo General de Indias de
Sevilla. Sección Audiencia de Lima, le.gajo
1040).
Un sino fatal acompañaba a los ,conquistadores españoles en
América. La mayoría de todos sus triw,nfos, de todas sus vic–
torias, llevan el estigma inconfuñdible de la traición. . . Desde
la prisión de Atawalpa hasta la prisión de Túpac Amaru hay
como tres siglos de testimonios lapidarios y eternos! (F.A.L.)
(e) Palabras epopéyicas que fueron "la voz de América pues–
ta en la -garganta de su auténtico caudillo!" Palabras de viril
admonición usadas únicamente en el
lenguaje de
los héroes.