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empieza por todas partes la regenerac1on de los hom–
bres, y presagia por sus sucesos la felicidad del mundo.
Pero no siempre es dado a la justicia el triunfo de su
causa, y aunque peleaban los indios con valor admi–
rable contra sus opresores, no teniendo el arte de
ma~
tar el mayor número de hombres en el menor tiempo
posible; co:r:no habían heredado de sus padres la jus–
ti¡:::ia, 1a frugalidad, la dulzura de carácter y el amor al
trabajo y a sus semejantes, su virtud y sus derechos se
encontraron sin defensa; tenían, sin duda, toda la re–
solución de Scévola, y toda la virtud de Sócrates, y no
obstante, tan desgraciados como ellos, cayeron bajo del
poder y venganza de sus enemigos, que nada dejaron
por sacrificar a sus viles . pasfones: mataron familias
por centenares sin consideración a ·édad, ni sexo; el te–
rror se apoderó de todos los espíritus, y aptovechando
de este sentimiento, siempre envilecedor, consiguieron
la entrega pérfida de mi hermano por un coi:npadre su–
yo en el pueblo de Langui (d).
Entonces estos tigres aguzaron sus garras
y
nada omi–
tieron de feroz para hacer exquisita su presa; conduci–
do al Cuzco con su esposa Doña Micaela Bastidas, sus
hijos Fernando e Hipólito, su cuñado Antonio Bastidas,
y
otros deudos, el Visitador Areche lo mandó compare-
( d) Santa Cruz era el apellido del traidor, según consta de
una carta· del Subdelegado de la Visita
y
Superintendencia de la
Real Hac;ienda del Perú, José Ramos de Figueroa, carta fecha–
da en 26 de Abril de 1781.
(Archivo General de Indias, Sección
Audiencia de Lima, legajo
873).
Santa Cruz, mestizo cuzqueño, no sólo fué compadre de Túpac
Amaru, sino que también fué uno de sus capitanes de confian–
za en los preparativos
y
desarrollo de la Revolución. El Gene–
ral José del Va!l.e al dar cuenta a Areche, desde Tinta en
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de
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de 1781, de la captura de . Túpac Amaru, no da' detalles,
lo hace en forma nebulosa. Este militar que en muchísimas
ocasiones hace honor a la verdad, en el presente caso prefiere
callar, no se atreve a decir de la traición.
.
, Santa Cruz tuvo como cómplice al cura Antonio Martinez, pues
este en una carta, de fecha
6
de Abril de 1781, dirigida al dicho