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rar a ésta en su daño, convirtiendo contra él todos los
seres destinados por aquélla a su mejora
y
engrande–
cimiento. Que la madre, dándole las primeras leccio–
nes de la obediencia ciega, el vecino seduciéndolo con
su ejemplo, sus superiores obligándolo a seguirlo, sus
iguales arrastrándolo con su opinión, que todos han coo–
perado a labrar sus cadenas.
¡Fatál influjo el de la tiranía! Ella hace obrar a to–
dos sus súbditos con mutuos esfuerzos para oprimirse,
y
los mantiene en una especie de guerra para hacer
legítimos sus robos
y
sus asesinatos;
y
así, en él los
crímenes como la sangre de sus venas parten de su
corazón para volver a él,
y
de todos sólo el déspota
es la fuente primitiva. Esta verdad proferida en medio
de las cadenas de donde sólo esperaba Areche la hu–
millación, lo irrita,
y
al imponente aspecto de una alma
tan elevada como fuerte, teme su codicia española la
pérdida de la presa más costosa a la humanidad, la
América;
y
para conservarla toma la resolución de sus
padres,
y
como ellos derramar la sangre de los indios
por torrentes con igual desprecio,
y
ferocidad; fulmina
decretos de muerte contra mi hermano
y
su familia, que
se ejecutan con suplicios horribles
y
varios. La esposa
de mi hermano sufrió la muerte en una guillotina; su
hijo Fernando, de 16 años de edad, su cuñado Antonio
Bastidas, con otros más deudos, la recibieron en la hor–
ca, todo se mandó presenciar por mi hermano igualmen–
te atormentado por este espectáculo que por el concur–
so numeroso de esclavos, que tranquilos espectadores
y
obedientes pasivos daban a aquel acto una solemni–
dad de triunfo
(f).
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Palabras de severidad condenatoria que serán esculpidas en el
pedestal del monumento que la gratitud americana erija al más
glorioso precursor de su Independencia, a José Gabriel Túpac
Amaru, Mártir Máximo de los libertadores de América! (F.A.L.)
( f)
Aquí caben las siguientes rectificaciones. Micaela Bas–
tidas, esposa de José Gabriel Túpac Amaru, no fué guillotinad a ;