na confesión que halagase su codicia, o que multipli–
case sus víctimas, mandaron sacarle la lengua, que ha–
bía sabido callar con tanto hernismo
y
sólo pronunciar
verdades amargas que la adulación
y
los esclavos ja- -
más les hicieron oir: todavía fué más allí su crueldad;
para no perder unos cortos restos de exis,tencias que to- -
davía mostraba mi hermano José Gabriel, le hicieron
atar pies
y
manos a cuatro caballos para que fuese di–
vidido en otras tantas partes,
y
no habiendo conseguido
de este modo, el verdugo lo verificó,
y
mostró así que
un esclavo es el mejor instrumento contra sus semejan–
tes,
y
que puede disputar a las fieras la destreza de de–
vorarlos (g).
(g) En la plaza mayor del Cuz.co, el 18 de Mayo de 1781, ul–
timaron los españoles a José Gabriel Túpac Amaru, haciéndole
sufrir tan atroces martirios que se puede afirmar, honradamen–
te, que no ha habido mártir político ni religioso, desde que el
mundo es mundo, que haya recibido las torturas morales y ma–
teriales que soportó el heroico caudillo. . . Le acompañaron en
el suplicio, camino de la gloria, diez y siete patriotas: su es–
posa 1Micaela Bastidas, su hijo Hipólito Túpac Amaru, su tío
carnal el anciano Francisco Túpac Amaru, sus cuñados An–
tonio Bastidas y Pedro Mendigure, la intrépida casica Tomasa
Tito Condemayta, Andrés Castelo, Antonio Oblitas, Ramón Por–
vie, Francisco Torres, Gregorio Enríquez, Pedro Mamani, Isidro
Puma, Miguel Mesa, Diego Berdejo, Miguel Aneo y José Ama–
ro. Est.a lista es la oficial ·que remitió el Visitador General Jo–
sé Antonio de Areche al Virrey del Perú, Agustín Jáuregui, con
fecha
27
de Enero de
1782.
(Archivo General de Indias de Se–
villa. Audiencia del Cuzco, legajo
33).
Antes de las ejecuciones a José Gabriel TNpac Amaru, se le
hizo sufrir por tres días las más bárbaras torturas, hasta des–
coyuntarle los brazos, en presencia de Areche, monstruo humano,
mitad inquisidor, mitad verdugo... Fueron sacados de la cár–
cel los diez y ocho mártires, encabezados por Túpac Amaru, y
prendidos de cadenas se les arrastró por las calles hasta el cen–
tro de la plaz.a en donde se erguían los cadalsos. Los del des–
file trágico gritaban a las autoridades españolas: ¡asesinos! ...
jcobardes !
Por estos apóstrofes ordenó Areche que se pusiera mordaza
a las mujeres y se le cortara la lengu.a a los hombres. A Mi-