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dase i número de los adalides, el sitio i el dia del combate.

Blanco hizo llamar a los c6nsules ingles, frances

i

norte-ameri–

cano, i los invit6 a ser jueces del duelo en proyecto. El cargo

fué

aceptado. Luego convocó a los jefes i oficiales del ejército

i

les di6 cuenta del compromiso i les leyó una carta preparada

para el jeneral Herrera, en la que fijaba el número de

600

infan–

tes i

200

caballeros por cada parte para el combate, debiendo

éste verificarse en los llanos de Socabeya el juéves

16

de No–

viembre. La empresa, por mas extravagante que fuera, no po–

dia dejar de conmover el amor propio i la altivez de los jefes i

oficiales, de forma que todos se ofrecieron a porfia a tomar par–

te en la aventura de Horados i Curados. En esto llegó una

comunicacion firmada por el jeneral O'Connor, en la cual, a

nombre i por órden del Protector, reprobaba el proyecto, dicien–

do que no era ese el modo de probar la ciencia militar, sino la

fuerza física (4). Algo mejor que esto habria podido i debido

discurrirse para rechazar el peregrino proyecto. Entre tanto se

babia ganado tiempo, que era lo que importaba a Santa Cruz

para reforzar el ejército del centro

i

acabar de combinar su plan

de operaciones, i lo que indudablemente había inducido a He–

rrera a simular la aceptacion del duelo. Positivamente, ni con

la mas cuidada eleccion habria podido colocarse frente a frente

en medio de una embrollada situacion política i. militar, a dos

hombres de tan encontrados caracteres como Santa Cruz

i

Blanco Encalada: el cálculo i la quimera, el positivismo

i

la

fantasía, el maquiavelismo i la caballerosidad.

Durante la suspension de armas fueron robados en Arequipa

varios caballos del ejército chileno, i se distribuyeron pasquines

(4)

Diario de Sutcliffe. Irizarri en su citado folleto,

(I

mpugnacion a los

artículos publicados en

El

lJlercurio,

etc.) no da ninguno de estos porme–

nores

i

se limita a decir que el combate parcial no se verificó. Pero

añad~

antojadizamente que, al proponer esto el jeneral Blanco no tuvo otra mira

que el evitar que la tropa bi oña de su ejército se batiera con los vetera–

nos de Santa Cruz, estando reducida a

600

hombres la fuerza que podia

batirse, por lo cual el jeneral había fijado este número para el combate par–

cial. Afirma tambien Irizarri que terminaron las negociaciones de Sabandia

i

terminó el armisticio, sin siquiera el provecho de con eguir los burros

i

mulas que se necesitaban para la retirada del ejército chileno.