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tor. Pero los jenerales Herrera, Cerdeña i O'Connor les manda–
ron callar i retirarse... Los dos jeneralcs se abrazaron i retira–
ron al interior de la casa donde permaaecieron como dos horas
en conferencia.11 ·(7)
A
la media noche del
I
5 regresó el jeneral Blanco a la ciudad,
i
el
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por la mañana reunió una junta de guerra, en que entraron
los jefes de los diversos cuerpos del ejército i el coronel don
Antonio José de Irizarri. En ella expuso el jeneral en jefe las
peligrosas circunstancias que rodeaban al ejército chileno, que
falto de víveres i de medios de movilidad, tenia al frente el ejér–
cito protectora} con doble número de combatientes. Manifestó
cómo, habiendo salido fallidas
las promesas que se habian
hecho al Gobierno de Chile sobre los auxilios
i
activa coopera–
cion que al ejército restaurador debían prestar los pueblos pe–
ruanos,
i
resultando tambien ineficaz
i
nula la campaña del
Gobierno de las Provincias Arjentinas contra el Protector, era
llegado el caso o de librar un combate desesperado, o de em–
prender una retirada por <lemas peligrosa, dadas las posiciones
que el enemigo ocupaba; que por fortuna el Protector, a pesar
de su aventajada situacion i de la superioridad de sus recursos
bélicos, estaba dispuesto a tratar en términos convenientes
i
honrosos para ámbas partes,
i
que en esta suposicion era pru–
dente
i
racional celebrar un tratado que salvaria la honra de
Chile i al ejército expedicionario, de cuya conservacion dependía
en cierto modo el 6rden interno de la República. El consejo
(7)
Sutcliffe-diario cit. Sutcliffe refiere esta escena como te tigo presen–
cial,
i
añade en seguida con suma injenuidad: ccEl padre Valdivia, el señor
Mora (don José Joaq uin) i Méndez (don Manuel de la Cruz) principiaron a
hablar de cosas políticas i a hacerme algunas preguntas intempestivas; pero
yo los hice callar analizando los impresos que habian publicado para que
los peruanos aborreciesen a los chilenos, i les dije que en caso de que la
fortuna no no-; ayudara el dia de la batalla, i desgraciadamente tuviésemos
que retirarno , te niamos ya ganada una victoria en haber, durante nuestra
permanencia en el departamento de Arequipa, desmentido sus hermosas
publicaciones, lo que incomodó al fraile i sus compañeros de tal modo, que
se retiró el primero, i no hubo mas conversaciones de esta clase. El jeneral
Santa Cruz nos convidó a comer, i me sorprendió el ver a sus edecanes ser–
vir a la mesa.»