-
147 --
Comercio dado en Lima el
22
de Noviembre de 1836, que dice:
Los efectos
i
frutos que vengan de Europa, Asia, Brasil, Bue–
nos Aires i Norte América que hayan tocado ánte en cual–
quiera puerto del Pacífico que no sea de los pertenecientes a
aquellos Estados que componen la Confcderacion Perú boliviana,
seran grabados con otro derecho igual a aquel que les correspon–
da por el presente Reglamento, etc.; quiso tambien que el Protec–
tor se comprometiese a conceder una amnistía ilimitada en favor
de los peruanos que vinieron con el ejército de Chile.
i
de los que
se comprometieron despues que el ejército desembarcó en el
primer puerto del Perú. Yo le hice presente que el Protector
no querría nunca pasar por condiciones en que no hubiese re–
ciprocidad; que por otra parte todo lo que fuese depresivo de
la dignidad de los contratantes, no podia tener efectos dura–
deros, ni servía de otra cosa, que de encender mas i de eterni–
zar la enemistad entre las naciones; que en cuanto a la deuda
del rnillon i medio que se q ueria hacer pagar al Gobierno del
Perú, no teníamos nosotros instrucciones>ni datos suficientes
para sostener en una discusion, que era aquella cantidad exac–
tamente la pre tada por nuestro Gobierno; que la derogacion
del artículo del reglamento de comercio, que él queria se hiciese
en el tratado de paz, no debia hallarse en dicho tratado, sino
ser una consecuencia del de comercio que debia celebrarse des–
pues, i que el Protector tendría vergüenza de hacer aparecer
con semejantes artículos un tratado de paz, pues se creeria
que habia comprado éste a costa de todos los sacrificios que se
le exijieron; finalmente, que la amnistía ilimitada que se le pe–
dia para los peruanos que habían venido con nosotros i los que
de ·pues se unieron a nuestro ej ército, era cosa durí ima para
proponerse a cualquier jefe de una nacion, porque este jefe po–
dia creer comprometida la estabilidad de las cosas presentes
con semejante medida. Concluí la manifestacion de mis ideas
sobre estas materias diciendo: que yo no me oponia a que se
hiciesen todas estas propuestas, con el objeto solo de ver lo mas
que se podia conseguir; pero que debían admitirse aquellas de
parte del enemigo, que fuesen razonables, aunque di tasen mu–
cho de las nuestras, que no podían ser mas exajeradas; que,
sobre todo, no estando, como no estábamos todavia, en dispo-