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él una gran disputa sobre la situacion azaroza i preñada de di–
ficultades i peligros en que habia llegado a encontrarse el ejér–
cito chileno, situacfon que Blanco inculpaba al mismo La Fuen–
te i <lemas aliados peruanos, que en definitiva no habian pres–
tado auxilio alguno a la expedicion i cuyas promesas habían
salido fallidas.
En medio de este conflicto supo el jeneral Blanco el dia
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que Santa Cruz se dirijia con el ejército del centro a ocupar el
pueblo de Cangallo, dos leguas al noreste de Arequipa. Blanco
cambió de alojamiento en la noche de ese mismo dia, cuidando
de abonar quinientos pesos al dueño de la casa que habia ocu–
pado con su comitiva en la ciudad, i se trasladó al Estado
Mayor. El ejército pasó la noche sobre las armas en la plaza
principal
i
otros puntos de la ciudad. Al amanecer dejóse ver el
ejército del Protector desfilando por el camino de Cangallo,
que solo babia ocupado algunas horass i dirijiéndose a los altos
en que se halla el pequeño pueblo de Paucarpata, a una legua
al sureste de Arequipa,
i
en donde tornó una fuerte posicion.
Una partida de caballería enemiga bajó a la llanura de Miraffo.
res i sostuvo una escaramuza con las avanzadas del ejército
chileno; pero se retiró al presentarse la caballería, que tomó po–
siciones en el misrn o campo. Al medio dia
i
cuando aun se lison–
jeaba con la espectativa de un combate inmediato, Blanco vió
llegar a un parlamentario del campo enemigo; llevábale una in–
vitacion del Protector para celebrar una entrevista en Paucar–
pata. En el momento de partir para esta entrevista recibió
Blanco un parte del comandante Espinosa, quien le comunica–
ba hallarse en la necesidad de emprender una pronta retirada
de Chuquibamba, pues le amagaban fuerzas mucho mas podero–
sas de una division que el jeneral Vijil traia desde Lima. Sa–
liendo del patio del Estado Mayor dijo Blanco a los que le ro–
deaban: 11en qué circunstancias voi a tratar con el jeneral San–
ta Cruz, teniendo ]as tropas de Vijil a mi retaguardia!11 Llegó
a Paucarpata, donde salieron a recibirle el jeneral ·Herrera i
otros militares, que le condujeron a la casa del cura del lugar,
donde estaba alojado el Protector. Allí habia como quinientas
personas de Arequipa,
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que al ver salir al jeneral Santa Cruz
a recibir a nuestro jeneral, principiaron a gritar: viva el Protec-