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bien léjos de poner miedo a los hombres que gobernaban nues–

tra República, solo sirvió de excitar su celo

i

su grandeza de

alma

i

levantar sus miradas políticas a una altura digna de los

mas grandes hombres de Estado.

Despues de la primera expedicion libertadora del Perú, en la

que tan sefialada parte tomó Chile, para asegurar la indepen–

dencia

i

autonomía del continente sud-americano; despues de

erijidas las diversas naciones a que la gran guerra de emanci–

pacion <lió lugar, la política exterior del Gobierno de Chile

sábiamente habíase ceñido a cultivar amistosas relaciones con

todas ellas, a observar una perfecta neutralidad lo mismo en

sus conflictos intestinos, que en sus cuestiones internacionales,

no sin ofrecer oportunamente en muchos casos su consejo

i

su

mediacion amistosa, para allanar dificultades i conjurar peligros

en beneficio de la armonía

i

de la paz comun.

Durante algun tiempo el rasgo dominante de la política

del Gobierno chileno fué favorecer la industria nacional

i

asegurar i extender el comercio de la República, particular–

mente con las demas naciones hi pano-americanas. Con este

propósito habia conseguido ajustar en 1835 con el Gobierno

del Perú, presidido a la sazon por el jeneral Orbegoso, un tratado

de amistad i comercio en que se estipularen mutuas franqui,

cias sobre el pié de perfecta igualdad. Mas, ántes de que este

pacto fuese ratificado por el Gobierno del Perú, alzábase en

aquella República, lisiada de revoluciones, un nuevo caudillo,

el audaz Salaverry, que en pocos dias se señoreó de casi todo

el pais, dejando a Orbegoso arrinconado en el departamento

de Arequipa. Salavercy se apresuró a acreditar un Ministro

diplomático para ante el Gobierno de Chile, que con la mira de

observar neutralidad, no vaciló en reconocerlo como a repre–

sentante de un Gobierno de hecho, sin perjuicio de reconocer

al Plenipotenciario que poco despues le enviaba Orbegoso

desde Arequipa, pues en realidad el Perú estaba dividido entre

dos gobiernos. La urjencia de regularizar de una vez las rela–

ciones comerciales entre los dos paises, i la circunstancia de

hallarse Salaverry en posesion de la capital

i

de la mayor parte

de los departamentos del Perú, indujeron a nuestro Gobierno a

negociar con aquel caudillo la ratificacion del pacto de comer-