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LIBROS & ARTES
n la poesía de Cis-
neros, las orillas y los
horizontes son líneas que
demarcan una vida siem-
pre en flujo, así como el
agua en movimiento es la
imagen más exacta del
tiempo y el viaje es el he-
cho que define la existen-
cia: «Y ya voy a decir que
no tuve una casa, que mi
casa son las/ viejas male-
tas arrastradas por trenes
y aeropuertos/ los estadios,
los parques comunales, mi
jardín interior./Y, sin em-
bargo, amé todos mis
cuartos como aman los/
castores sus guaridas cla-
vadas en el agua./Y esos
ríos («que pasan siendo el
mismo») nombres/cam-
biaron y lenguas y tejados,
pero a la larga y siempre/
fueron calles donde siem-
pre viví./(Y allí donde na-
cieron, murieron mis
abuelos y mis hijos/nacie-
ron y murieron.)». La es-
trofa le pertenece a «Cró-
nica de viaje/Crónica de
viejo», uno de los poemas
más notables de
Como hi-
guera en un campo de golf
(1972). El poeta está aquí
en pleno dominio de su
oficio. Los versos revelan
un estilo y una visión pro-
pios: la dicción que con-
juga sin discordia la ma-
nera coloquial con el
modo solemne, el tono
que une la profundidad
del sentimiento al brillo de
la inteligencia y, sin duda,
la imaginativa precisión
de las imágenes hacen im-
borrable y único a este tes-
timonio lírico. Una nota
de autoironía, por lo de-
más, se advierte en el tí-
tulo mismo: Cisneros no
tenía aún treinta años
cuando escribió «Crónica
de viaje/Crónica de vie-
jo».
Destierro
(1961), el li-
bro de noviciado que el
poeta exilió de su canon
personal, mostraba ya,
como suele decirse, a una
promesa. En
David
(1962)
y
Comentarios reales
(1964)
la promesa se cumple. Li-
bros de primera juventud,
escritos los dos antes de
llegar a los veinticinco
años, revelan a un creador
cuya pre-cocidad es lúci-
da y lúdica, pero no exen-
ta de emo-ción: el descu-
brimiento de Bertolt
Brecht (el Brecht drama-
turgo, aclaro, antes que el
poeta) no se traduce en
frialdad irónica y didácti-
ca, aunque es evidente el
sesgo inconforme y críti-
co del poeta ante los lu-
gares comunes consagra-
dos por la historia sagrada
y la historia patria, respec-
tivamente. Por otra parte,
la sensibilidad de Cisneros
es, sin duda, muy diferen-
te a la del poeta peruano
que más admiraba, José
María Eguren, pero hay
una relación soterrada y
fértil entre el joven poe-
ta y el autor de
La can-
ción de las figuras
: desde
muy temprano, Antonio
Cisneros despliega sobre
el escenario de la página
una galería de personas
poéticas y de criaturas
insólitas para elaborar
poemas a los cuales dis-
tingue, con frecuencia, la
nitidez gráfica y la acción
dramática.
En vez de darle la pa-
labra a un hablante que
sea apenas una versión
velada del propio ego,
Cisneros hizo de su escri-
tura el sitio donde se dan
cita la figura bíblica con
el ser histórico, el testigo
con el cronista, el anti-
héroe con la heroína, el
poeta satírico con el ele-
gíaco y el hombre con-
temporáneo con su an-
cestro. Esas presencias
múltiples exigen un len-
guaje vario y diverso, que
con agilidad y sin inhibi-
ciones sabe desplazarse
entre el tono patético y el
irónico, la dicción culta y
la conversacional, el topos
clásico y el tropo post-
vanguardista, la confiden-
Antonio Cisneros
CARTAS DE NAVEGACIÓN
Peter Elmore
Creador de una de las obras poéticas más ricas en el ámbito de la literatura contemporánea
en castellano y figura central de la llamada Generación del 60 en el Perú, Antonio Cisneros supo
poner en escena (y en cuestión) la difícil aventura de orientarse en las mareas altas y
las corrientes encontradas de la realidad histórica, la vida personal y la palabra lírica.
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