

LIBROS & ARTES
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hasta los enfoques socioló-
gicos de Gérard Mauger
(1986), Pierre Bordieu
(1988) o Enrique Martín
Criado que, echando por la
borda el holismo y la ciencia
infusa, analizan más bien
conjuntos pequeños y mejor
tipificados, ‘cohortes’, ‘frac-
ciones de clase’, ‘grupos de
edad’, en función de la diná-
mica social que los produce,
limita y diferencia. Ni han fal-
tado críticas severas a la idea
misma de generación, como
las ya clásicas de Benedetto
Croce (1917), Johan Huizin-
ga (1929) o Pedro Laín
Entralgo (1945).
En España y Latino-
américa, mejorada y puesta
en valor por su discípulo
Julián Marías (1949), ha go-
zado de rara fortuna la ver-
sión del talentoso Ortega y
Gasset. Su entusiasmo y fa-
cundia le impulsaron a con-
vertir la generación en “uni-
dad cultural”
objetiva
, en “ór-
gano visual en que se ve en
su efectiva y vibrante auten-
ticidad la realidad histórica”
y en “la única medida capaz
de articular el acontecer his-
tórico en un flujo contínuo”.
Por esta sibilina revelación
Ortega, que por norma
enfatizaba todo cuanto de-
cía, brioso echó a rodar una
atractiva entelequia meta-his-
tórica: la generación como
“compromiso dinámico en-
tre masa e individuo... el con-
cepto más importante de la
historia y, por así decirlo, el
gozne sobre el que ejecuta sus
movimientos”. A la hora de
bajar de las alturas y afinar
medidas, como en un eco
tardío del pionero francés
Giraud, propuso una vigen-
cia de 15 años y, en grácil y
hechiza taracea de lo afín y
lo próximo, como cuota de
matrícula en cada casillero
fijó el año de nacimiento de
cada personaje. En su mo-
mento, el uso mecánico de
la cómoda receta orteguiana
produjo en el papel algunas
bizarras periodificaciones,
que no han soportado el paso
del tiempo. Con todo y eso,
por más que la idea de ge-
neración como categoría de
análisis histórico ya perdió
crédito, con franca concien-
cia de sus límites ha rendido
fruto en la historia de las ar-
tes plásticas y de la literatura.
En España y en la América
latina se habla algo menos de
escuelas y algo más de gene-
raciones de escritores.
LAS GENERACIONES
DEL 50
Cómo no, sí hubo en la
década de 1950-60 una ge-
neración literaria en el Perú.
Que, aparte mil menciones,
ha merecido un estudio pe-
netrante, polémico y quizá
exhaustivo de uno de nues-
tros mejores novelistas, el
consagrado Miguel Gutié-
rrez. Pero ha de ir con tiento
quien busque, en un marco
geográfico-cultural más am-
plio, lo que tuvo de específi-
co y propio aquella genera-
ción.
El admirado poeta Juan
Ríos Rey, a los 22 años vo-
luntario de las brigadas en la
guerra española e involunta-
rio coleccionista de premios
nacionales –2 de poesía, 5 de
teatro– y
causeur
espléndido,
me contaba de dos apasio-
nados
fans
del español Orte-
ga que discutían con calor las
virtudes y defectos de su ído-
lo sin lograr acuerdo en nada,
hasta que por fin cayeron en
la cuenta: uno, hablaba del
famoso ensayista Ortega y
Gasset y el otro, del famoso
torero Domingo Ortega.
¿Algo así le ronda a la frase
‘generación del 50’? Aun si
de ella excluimos las artes y
las ciencias coetáneas y no
nos movemos del círculo li-
terario, en el Perú la llenamos
de sentido y componentes
peruanos. Mas a poco de
cruzar fronteras, como cri-
bada por aduanas abusivas,
asume valores nacionales en
cada país de habla castellana
y, como es obvio, sus miem-
bros son en cada caso dis-
tintos. Larga lista, inútil y te-
diosa, haría la sola mención
de los escritores de la ‘gene-
ración del 50’ en la Argenti-
na, en Chile, Costa Rica,
Cuba –‘la generación de la
revolución’–, Ecuador, Es-
paña, Honduras, México
–‘la generación comprome-
tida’–, Nicaragua, Paraguay,
Puerto Rico y muchos otros
países cuyos registros litera-
rios identifican y exaltan su
propia ‘generación del 50’.
Vistas en una óptica más au-
daz, el sentido común sugie-
re fundir todos aquellos flu-
jos locales enuna sola granma-
rejada de época, que con más
justicia cupiera llamarse “gene-
ración literaria de posguerra”.
WÁSHINGTON DELGADO
1927 - 2003
abía nacido en el Cusco el 26 de octubre de 1927, pero era medio limeño
pues había venido a la capital del Perú a muy corta edad. Dedicado a la
literatura, su perfil más conocido fue el de poeta. Desde 1955, cuando apareció su
libro
Formas de la ausencia
hasta 2003, cuando se publicó en Barcelona
Cuán impune-
mente se está uno muerto
, fue perfeccionando la variedad de su poesía, de la que puede
decirse que alcanzó temprana madurez y que logró un virtuosismo a través de muy
variados tonos. Los libros más importantes que escribió como lírico son
Para vivir
mañana
de 1959,
Parque
de 1965,
Destierro por vida
de 1969,
Un mundo dividido
de
1970,
Reunión elegida
de 1988,
Historia de Artidoro
de 1994. Profesor de estirpe
humanista, Delgado sabía ganar el afecto de numerosos alumnos. Tal vez pensan-
do en ellos es que escribió dos enjundiosos volúmenes de historia literaria, uno
consagrado al periodo colonial y otro al periodo republicano. Otras de sus prefe-
rencias era la literatura española. Particular atención le mereció el siglo de oro.
Entre toda esa gama de autores tuvo fidelidad por Cervantes, Lope de Vega y
Quevedo. Pero su canon personal era muy diverso: incluía autores griegos y lati-
nos, poetas como Bertolt Brecht, Pedro Salinas, Jorge Guillén, César Vallejo, Anto-
nio Machado.
Dueño de una prosa de resabios clásicos, Delgado dejó desperdigados en re-
vistas numerosos artículos sobre sus autores favoritos y también un manojo de
cuentos que aguardan su publicación, de los que apenas tiene noticia el público
lector. Menos conocida todavía es su afición por el teatro, profunda y sagaz.
Wáshington Delgado fue actor en su adolescencia y conservó la atracción por las
tablas en su corazón.
Fallecido el 6 de setiembre de 2003, Wáshington Delgado, recibe ahora el
homenaje de un puñado de escritores y amigos que lo apreciaban y querían y que
leen y releen sus escritos, considerándolos algo de lo más valioso de la literatura
peruana de hoy.
REVISTADECULTURADE LA
BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
Sinesio López Jiménez
Director de la Biblioteca Nacional
Nelly Mac Kee de Maurial
Directora Técnica
Luis Valera Díaz
Editor
Diseño
ÍTACA
Centro de Investigaciones y Desarrollo Bibliotecológico
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Diagramación:
José Luis Portocarrero Blaha
Secretaria:
María Elena Chachi Gambini
Coordinación:
Enrique Arriola Requena
Las fotos de Wáshington Delgado que aparecen en éste
número de
Libros & Artes
son propiedad del Instituto Raúl Porras
Barrenechea, la familia Delgado y Herman Schwarz
© Biblioteca Nacional del Perú
Lima, 2003
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