

LIBROS & ARTES
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n 1895 la imprenta de
Clorinda Matto de
Turner, escritora, indigenis-
ta, feminista ilustrada y
anticlerical, fue desmante-
lada por las fuerzas del go-
bierno de Nicolás de Piéro-
la.
1
Esto ocurre después de
que publicara
Aves sin nido
(1889), luego de
Herencia
(1891) e
Indole
(1895).
Ejemplares de
El Perú Ilus-
trado
, semanario que se pu-
blicaba bajo su dirección
desde 1889, habían sido
quemados públicamente en
la conservadora ciudad
sureña de Arequipa. Estos
hechos y otros vinculados a
su actividad literaria y pe-
riodística hicieron explícita
la intolerancia de la socie-
dad de la época, y luego de
ser excomulgada por la igle-
sia católica fue deportada.
Tres décadas más tar-
de, en 1925, la imprenta de
María Jesús Alvarado, edu-
cadora, periodista, ymilitan-
te feminista, bajo el gobier-
no de Augusto Leguía, fue
también atacada y destrui-
da a martillazos por agen-
tes oficiales. Este hecho y
su encarcelamiento inme-
diato ocurrieron el mismo
día en el que se inauguraba
el Congreso Panamericano
Científico en Lima, en cuya
organización había partici-
pado activamente y para el
que había escrito varias po-
nencias sobre la educación
femenina, el problema de la
explotación indígena y las
reformas legales a favor de
la igualdad civil y política
de las mujeres frente a los
hombres. En 1911 María
Jesús Alvarado se había
comprometido públicamen-
te con el feminismo cuando
expuso “Feminismo perua-
no” en la Sociedad Geográ-
fica de Lima a la que perte-
necía, y cuyo local funciona-
ba en la Biblioteca Nacional.
Mi impresión es que la
destrucción de ese medio de
comunicación pone de ma-
nifiesto una tensión particu-
lar entre la escritura feme-
nina, que a la larga tenía
efectos en la legitimación de
la ley, de la palabra escrita
laica, y la palabra eclesiás-
tica, nerviosa siempre ante
las formulaciones que po-
dían poner en cuestión el
monopolio en la regulación
de la sexualidad provenien-
te de la palabra divina.
Nicolás de Piérola, cuya
administración marca el ini-
cio del periodo conocido
como la República Aristo-
crática (1895-1919), y
Leguía, cuyo segundo pe-
riodo presidencial encarna
la crisis de esa etapa, man-
tuvieron relaciones, aunque
distintas en su naturaleza,
particularmente estrechas
con la iglesia católica y con
los grupos clericales del
país. En
Aves sin nido
Clorinda Matto hizo públi-
ca su crítica a la autoridad
eclesiástica, su defensa de
los indios, y sus posiciones
a favor de las mujeres ha-
bían alterado a buena parte
de la opinión pública. Tan-
to esta autora como María
Jesús Alvarado, con una di-
ferencia de tres décadas, a
través de la escritura, la es-
cuela, el periodismo y la
creación literaria habían
sido militantes en la expan-
sión de una cultura pública,
expansión que, entre otras
cosas, se desarrollaba apo-
yándose en una crítica van-
guardista de los tipos de
vínculos dominantes en la
organización de la sociedad
peruana, en la calidad de los
espacios domésticos, en las
formas de trato hacia los
subordinados.Apesar de las
diferencias entre las dos
autoras en los énfasis, éstas
compartieron una mirada
cuestionadora de las autori-
dades eclesiásticas, de su
injerencia en la domestici-
dad y, en menor medida, en
la vida pública del país.
Uno de los rasgos más
acentuados en términos de
diferenciación frente al pe-
riodo anterior fue la apari-
ción de un discurso público
laico acerca del ejercicio de
la sexualidad y estuvo deli-
neado, aunque de manera
intermitente, por el debate
sobre las fronteras de la
iglesia católica y el Estado,
en el que participaron mé-
dicos, educadoras, aboga-
dos, escritoras y políticos
liberales y conservadores.
Un punto culminante en
este proceso puede identifi-
carse entre 1918 y 1920,
cuando las leyes de divor-
cio y del matrimonio civil
son discutidas y aprobadas,
primero en la cámara de se-
nadores y luego en la de di-
putados. La movilización de
la iglesia, las procesiones y
los sermones auspiciados
por el arzobispo de Lima
Emilio Lisson y por obispos
importantes como el de
Arequipa, el recojo de fir-
mas de los y las notables de
la ciudad y en colegios de
niñas en contra del divorcio,
y las publicaciones en con-
tra de esa ley, le facilitaron
al presidente Leguía el veto
de ambas leyes.
Los personajes públicos
involucrados en el debate
sobre la ley del divorcio y
que la combatieron tuvieron
un denominador común: no
podían ni estaban dispues-
tos a construir una moral
laica. Los preceptos religio-
sos eran lo que se invocaba
ante tanto desasosiego fren-
te a los cambios sociales. La
moral eclesiástica era la
“única voz amiga y desin-
teresada que descubría el
camino verdadero”. Enar-
bolaron la superioridad de
la moral religiosa sobre la
“
independiente
o profana”
subrayando lo absoluto de
su carácter. La inferioridad
o insuficiencia de la laica,
entre otras cosas, se basaba
en su mutabilidad, en lo pa-
sajero de sus dominios y en
la ineficacia de su poder
(Herrera, 91). Para los más
cercanos a la iglesia, la mo-
ral laica no era necesaria ni
como complemento. “La
honestidad, derivada de la
moral religiosa, que es la
única respetada en la con-
ciencia, induce al Estado a
preservar a la sociedad de
los trastornos que introdu-
jeran en el derecho y las
costumbres, los productos
del vicio”, afirmaba Gu-
María Emma Mannarelli
EL PODER DE LOS
SEXOS
La destrucción de las imprentas
E
1 Para los pormenores de esta his-
toria véase el artículo de Ana María
Portugal,
El periodismo militante de
ClorindaMatto de Turner
, 317-330,
en
Mujeres y género en la his-
toria del Perú,
Margarita Zegarra
ed. (Lima: CENDOC Mujer, 1999).
En la destrucción de las imprentas que poseían y dirigían
las mujeres se expresa la ampliación de las fronteras de la
cultura pública, lo que a su vez suponía una redefinición
de los poderes patriarcales.