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LIBROS & ARTES

Página 4

como todas las pasiones; en

un vicio elevado, irreprimi-

ble, selecto. Valery Larba-

ud, lo ha expresado bella-

mente:

“Fuera y más allá de los

oficios, de las profesiones

y las altas especialidades a

que os preparamos, hay una

aristocracia abierta a todos,

pero que nunca y en ningún

tiempo ha sido numerosa,

una aristocracia invisible,

dispersa, desprovista de

distintivos exteriores, sin

existencia oficialmente re-

conocida, sin diplomas y

sin patentes y, con todo,

más brillante que cualquier

otra; sin poder temporal y

que, no obstante, posee un

poder considerable, tanto

que a menudo condujo el

mundo y dispuso el porve-

nir. Salieron de sus filas los

príncipes más verdadera-

mente soberanos que co-

nozca la historia, los úni-

cos que, años y, en ciertos

casos, siglos después de su

muerte, dirigen las accio-

nes de los hombres. Podéis

formar parte de esta aris-

tocracia: os invita ella mis-

ma y, como única condición

para admitiros exige que,

inmoderadamente y por

luengos años, os hayáis de-

dicado a una cierta forma

de goce que se llama la lec-

tura.”

Al placer espiritual de

leer una obra valiosa, suele

unírsele el placer material

de manejar un libro bien

editado, de acariciar una

fina encuadernación, de pa-

“El libro es una

conversación

abierta,

sin tiempo ni lími-

tes espaciales entre

una persona

concreta y única,

el autor, y otra per-

sona indefinida y

cambiante, el

lector.”

Luis Jaime Cisneros (Lima, 1921) acaba de ser ho-

menajeado por la Universidad Católica en un acto pú-

blico y con dos meditados volúmenes de trabajos aca-

démicos que le rinden pleitesía. Personas de diversas

edades y diferentes generaciones lo están reconocien-

do una vez más como un maestro cabal del Perú con-

temporáneo. Justo es preguntarse por las razones de su

influencia persistente en el claustro universitario y, allen-

de los muros, en la vida cívica del país.

Cisneros pertenece a una familia de intelectuales,

hijo y nieto de escritores, pasó su juventud en la Ar-

gentina, donde tuvo un profundo interés por la medici-

na primero y luego por la filología. Trató de cerca a

Amado Alonso y regresó al Perú durante el gobierno

de Bustamante y Rivero. En 1948 se incorporó a la

Universidad Católica como profesor, y años más tar-

de a la Universidad de San Marcos. Dueño de una

prosa castiza y elegante sin ser rebuscada, atrapa al

lector y lo introduce con placer en temas complejos.

La gama de sus intereses es muy variada, desde escri-

tores de la época colonial como Juan de Espinoza

Medrano, de exquisitez barroca, hasta finos poetas

simbólicos de Lima como José María Eguren o Mar-

tín Adán; tanto le interesan las formas de relieve del

español moderno como la patología del lenguaje.

Cuando Cisneros sale del ambiente universitario

y se interna en las plazas públicas, su lenguaje se hace

más diáfano, dirigiéndose a las mayorías no necesa-

riamente letradas para defender en todo tiempo y cir-

cunstancia a la democracia como el sistema más ade-

cuado para garantizar la convivencia de los hombres.

Pero el secreto del éxito de Luis Jaime Cisneros,

es una sociedad poco dispuesta a conceder honores y

reconocer méritos, está en el afecto que da a sus alum-

nos en la cátedra universitaria, en la conversación en

el patio, en la oficina, en el café. Recién salidos del

colegio, perdidos en un mundo de insólitos atractivos

y nebulosos porvenires, quienes tienen la fortuna de

oír en esa temprada edad de grandes decisiones a Luis

Jaime Cisneros, se descubren a sí mismos y aprenden

lentamente a orientar su propia vida. Los silencios de

Cisneros dicen tanto como sus palabras. Se calla para

que hable el otro y el diálogo sea fructífero. ¡Qué pa-

ciencia para tratar a los intonsos! Las horas más pre-

ciosas de su vida se las dedica a los jóvenes. Y a los

antiguos discípulos los va volviendo en iguales como

Armando Zubizarreta, José Miguel Oviedo, Abelardo

Oquendo, Luis Loayza, Enrique Carrión, Carlos Gatti,

y tantos otros más jóvenes, con los que comparte su

propia cátedra.

Cisneros se proyecta al porvenir; como Ramón

Menéndez Pidal, siempre tiene un trabajo entre ma-

nos, varios libros en cierne, proyectos para la Acade-

mia Peruana de la Lengua, ideas para modificar los

cursos que imparte, gestiones para que brillantes alum-

nos alcancen su doctorado en las universidades apro-

piadas. Por todo ello es un maestro, probablemente el

más caracterizado del Perú en estos años difíciles.

(G.C.)

EL MAESTRO

LUIS JAIME

CISNEROS

sar unas páginas marfileñas

y satinadas, de apreciar unas

letras claras, equilibradas,

que hagan placentera la lec-

tura. El libro ha pasado por

muchas fases, cada una con

su propia belleza física, des-

de los ladrillos babilónicos,

los papiros egipcios o las

vitelas medievales, hasta

llegar a su forma actual. El

papel de Gutemberg y sus

continuadores ha sido

invalorable al contribuir a la

multiplicación y abarata-

miento de los libros que tra-

jo consigo la extensión de

la cultura. Como consigna-

ra Lichtenberg, en uno de

sus célebres aforismos: “El

plomo derrumbó las mura-

llas de la EdadMedia, y más

el plomo de las imprentas

que el de las balas”. Si bien

la imprenta abarató los li-

bros no descuidó su belle-

za. Desde sus primeros

tiempos, los editores la bus-

caron con finura y buen gus-

to. Particularmente ilustre,

en este sentido, fue la

veneciana familia Aldo, en

la Italia del siglo XVI, in-

ventores de la letra itálica o

cursiva.Auno de sus miem-

bros,Aldo Manuzio, el poe-

ta argentino Francisco Luis

Bernárdez, le dedicó este

elegante soneto:

Firme en la amistad y en la

armonía

de su maravillosa arquitec-

tura,

cuya seguridad serena y

pura

es más fuerte que el tiempo

y su porfía,

tu casi celestial tipografía

alza la claridad de su es-

tructura

dando cuerpo de paz y de

dulzura

al alma de la eterna poe-

sía.

Y hace que, confundidos y

abrazados,

la letra y el espíritu infla-

mados

unan su voluntad y su po-

der,

para vivir en el espacio frío

y en el tiempo dramático y

sombrío

con la luz y el calor de un

solo ser.

Empecé este artículo

acerca del libro, el escritor

y la lectura, con un soneto.

En aras de la simetría, lo he

terminado con otro.

Miraflores, junio de 2002.