15
llenos de hambre y miserias, y dos tercios de los que
forzosamente eran destinados cada dos años,
y
que a s–
cienden a 6 ó 7 mil indios, perecían víctimas de la du–
reza de sus ocupaciones. Sus jueces, regularmente espa–
ñoles bárbaros y llenos de codicia, tenían la arbitraria–
dad que daba la distancia de la Metrópoli, la inutilidad
del código español, la inmowlidad, la ignorancia, y
~l
d~seo
de hacer riquezas por las vías de · la autoridad,
que era el principal m,óvil de todas sus acciones. To–
dos los recursos ·que la asociación la más imperfecta
tiene para los oprimidos, se hallaban cerrados a los in–
dios; reinaba una colución secreta y bien observada ba–
jo la· garantía del oro
y
la plata entre los magistrados
de
Am~rica,
y la Corte Española, que no dejaba al iri–
dio más apelación que la de un sufrimiento
preternatu~
rol, o las tentativas de un sacudimiento.
Nunca se expresarán, sino diminutamente, los motivos
que hacían esta disposición nacional, y que se añc:tdían
diariamente al odio tradicionalmente impreso por la usur–
pación y horrores de la conquista. En este estado, ya
muy violento, mandó Carlos III el año de 80 a un co–
misionado llamado Areche (b), con el título de Visitador,
a establecer los estancos, aduanas, impuestos sobre ven–
tas
y
etc. en todo el Perú. Esta.s medidas de la rapa:"
(b) José Antonio de Areche nombrado Visitador General para
el Virreinato del Perú, por el Rey de España Carlos JII, no
tuvo otra misión · que Ja de remachar las cadenas a la. raza con.
quistada. Además de Jos Tributos Reales que Jos pu,eblos
sub~
iyugados pagaban, así <:orno
también los inconcebibles
repa1~ti·
mientos: (compra forzosa, por parte de los indios, de mercade•
rías inútiles que les vendían Jos Corregidores, a precios exorbi–
tantes, bajo las amenazas de cárcel y castigos corporales para
Jos reacios). Areche estableció estancos e impuestos de adua–
nas y alcabalas sobre Jos comestibles. . . Los impuestos toma–
ron proporciones fantásticas. Por ejemplo: a los camaroneros,
en. el valle de Ocaña, por sus productos, .pagaban Jos siguien–
tes impuestos: sisa, quintos, diezmos, alcabala y derecho de puer–
to. Después de pagar todo esto, no le quedaba al indio camaro-