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ricotes? Ante su elocuente é inmere–
cido silencio pensamos que quizá si
la,,,sombra de Wundt es la culpa-
ble ..... .
· Y por último Tan-Kiú, la ·flamante
Tan-Kiú se prepara ooo ahin~o para
, la «comp_osición de tres»
y .
sus pe–
queños OJOS se han contraído más en
las noches de estudio sobre la Gra–
mática por Bruño.
Es desconsolador el espectáculo de
las salidas, antes tan bulliciosas y de
las vermouths en el Femina. Los po–
llos brillan por su ausencia, las po–
llas están poseídas de estudiomai1ía y
ª?ren la ~ot~1~ica en el tran via y
0Jean la antmet1ca en los rn.omentos
· lúcidos de las películas.
·
Esto es horroroso
1
como me dijo
ayer por teléfono Bebé.
Para terminar propondré
U;l
cam–
bio que será de agrado general. ¿Po'i·–
qué no vamos nosotros al SO. y
á
su
plural y vienen
ellas
á este S. Marcos
que también tuvo el suyo?
Yo creo que así se arreglaría todo
y no tendríamos que lame11tar d es–
gracias. ¡Cualquier día se jalaba el
Dr. Pérez
á .
uno de esos pimpollos
de San Pedro ó botoncitos de B elén!
Así viviríamos felices y contentos no
mil años como los príncipes de ' los
cuentos, pero sí los. tres fugaces y es–
perados meses de vn,caciones.
Gu·Y
DE TEYSAC.
¡
Pobre campana!
....
. Las campa_nas tienen un rol simpá–
tico y sugestivo en todos los pensio–
nados. Ellas parecen decir de los en–
tusiasmos y de las melancolías de la
casa. Los días de fiesta se agitan bu–
lliciosas y sonoras como si se ríernn
á
carcajadas . .Sollozan, triste, lángui.
damente en las horas de ·duelo. Sus
son,es tienen · para las colegialas mo–
dulaeiones de voces fl,migas y cariño-
sas que hablan níuy queda, muy ín-
timamentEl ..... .
.El timbre de la campana del col e–
gio no se borra jamás de la memoria.
¡Cuántos ansiaríamos volver
ii,
oír ese
toque amado de nna campana qu e
nos llamaba á diario para las clases
y para los recreos. En medio de los
sonidos de todas las campanas del
mundo, reconoceríamos el timbre de
esa campana tan único y tan amarlo.
. Y q uie;1 n:,ás se emociona, quien
steute mas intensamente, vibrar en
ella el alma de la campana es la eam–
panera. Pálida y triste reglamenta–
ria de San Pedro, cuyo pecho cruza
una m_e~ancólica banda azul. Alegre
y
bulliciosa campanera de Belén, que
corre por los claustros jugando con
los flecos de su banda roja de adora–
triz. Locuela y alborotada colegiala
de San J osé
1
en cuyas manos l¡oi, cam–
pana es como una desenfrenada mú-
sica de cascabeles
y
sonajas ....... .
·V uest~a es el alma de las campanas:
plegaria en San Pedro; cántico de
p_astores y ,de án&e~es, canto de glo–
n
1,
en Bel en; .musica de panderetas
y
de castañuelas en los jardines des–
lumbrantes de San José.
Hay entre la c~.ni.panera
y
s.u cam
pana una intenºsa historia de corres–
pondencias y de rnelaÍ1 colías. Ella
comunica á la campana el estado de
~·u a lma. Cuando la campanera está
pensati va el bronce
llfqna
perezoso
y
l e11to, como si m~d itar~ e.n co.sas muy
hondas y rnny tristes o como si fue-
ra á quedarse dormida ...... Cuando
la i·eglamentaria está contenta, la
campana se estremece d e alegría
y
llena los claustros con su sonoro tin–
~in1eo.
¿,~
0
ha°?éis pasado ~iguna vez
por delante de·un coleg10 y habéis
oído como grita la canipana? Cuán–
tas veces al oír ese regocijado toque,
que parece la locura de la campana
hemos dicho para nosotros: «La re~
glame nt aria está alegre. »