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Se embarcó en Quilca en número de
2,500
hombres escac;os,
habiendo dejado en Arequipa, entre desertores
i
bajas por en–
fermedades, como
500;
ninguno tuvo el glorioso consuelo de
recibir la muerte de manos del enemigo,.. -(
Historia del
Pent
·independiente, I835-I839.)
lNSTRUCCI~NES
DADAS A DON MARIANO EGAÑA COMO MI–
NISTRO PLENIPOTENCIARIO DE CHILE CERCA DEL PROTEC–
TOR DE LOS ESTADOS SUD
1
NOR PERUANOS.-ÜCTUBRE
DE
1836.
Copiamos solamente lo principal de
e~tas
instrucciones, que
es lo siguiente:
11
El grande· objeto de que va encargado V. S., puede espre–
sarse en
e~ta
breve frase:
Independencia de Bolivia.
La incorpo–
racion de las dos Repúblicas en una, bajo la forma federativa
u otra cualquiera, pone en manifiesto peligro la seguridad de
los Estados vecinos,
i
no nos es posible consentir en ella, sin
dejar a la merced de la mas funesta cootinjencia la suerte futura
del pais. Que el jeneral Santa Cruz mande en Bolivia o en el
Perú, nos es indiferente: lo que nos importa es la separacion de
las dos naciones, que mandadas por un solo hombre (i un hom–
bre que ciertamente no se ha mostrado insensible al falso brillo,
tan costoso a la humanidad, de las adquisiciones territoriales)
nos acarrearia una existencia de c0ntinuo cuidado
i
zozobra, de
costosos e interminables esfuerzos para procurarnos una segu–
ridad precaria, preñada de recelos i motivos de desavenencia,
que al cabo nos arrastrarian a la guerra, con ménos probabili–
dades de buen éxito. No faltarán personas que acusen de
temeraria
i
presuntuosa esta conducta del Gobierno de Chile.
Para responderles basta recordarles la historia de Europa en
lo.:} últimos tres siglos. La adquisicion de una sola provincia ha
dado a veces motivo a guerras sangrientas. Si el Austria o la
Francia se apoderasen de la España o la Italia, de un gol pe de
mano, para formar con esta nueva agregacion un solo cuerpo
político gobernado por una sola autoridad, ¿lo mirarian con
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