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habia tomado posesion de Arequipa

11

con universal aplauso del

vecindario11. I agregaba luego: 11Desde Quilca hasta Arequipa

no se oye otra cosa en boca de los habitantes de los valles

i

de

esta capital sino que jamas se ha visto en el Perú un ejército

tan moralizado como éste,

que no parece compuesto de soldados,

sino de ánjeles.

Las autoridades, los empleados, el obispo, los canónigos de

la Catedral, los vecinos de mas importancia, habian abando–

nado la ciudad, i este ejemplo unido a las órdenes i amenazas

del Gobierno protectoral, cuyo poder militar debió parecer

mucho mas prestijioso

i

formidable a los ojos de los arequipe–

ños desde que contemplaron de cerca la diminuta fuerza inva–

sora, no podía ménos de introducir el desaliento entre los de–

mas vecinos, induciéndolos o a escabullirse o a permanecer en

una actitud pasiva (6).

Sin embargo, dos dias despues de la ocupacion de Arequipa,

los peruanos emigrados que acompañaban al ejército chileno,

conseguian reunir en la plaza mayor de la ciudad un comicio po–

pular para establecer un Gobierno provisional de la República

del Perú. Resultó elejido para la presidencia el jeneral don An–

tonio Gutiérrez de la Fuente, el cual organizó inmediatamente

un Ministerio jeneral, que confió a don Felipe Pardo, nombró al

jeneral don Ramo ,1 Castilla por prefecto del departamento de

Arequipa i proveyó algunos otros destinos administrativos, no

sin llamar por un edicto a los empleados

i

vecinos que habían

(6) El jeneral don Bias Cerdeña, prefecto de Arequipa, había prevenido

a sus habitantes (proclama del 27 de Setiembre) que habiendo aparecido la

expedicion chilena en Arica, él marchaba a ponerse al frente del ejército

destinado a defenderlos. I en efecto se habia marchado con la guarnicion

de Arequipa, dejando la prefectura a cargo del gobernador de la provincia

de La Lei, don José Rivera.

Cerdeña hizo ofrecer su casa a Blanco para que la habitara; mas éste no

la ocupó, por estar desamoblada, i devoh·ió el cumplimiento, enviando a la

mujer de Cerdeña, que se decia haber quedado a ilada eu el consulado de

Inglaterra, un recado en que le ofrecia todo jénero de garantías

i

seguri–

dades. El cónsu1 de Inglaterra recibió el recado

i

contestó que la señora

habia dejado el asilo para irse a JUntar con u marido en Moquegua.

Los cónsules de Inglaterra, Francia i Estados Unido de Norte-América

en Arequipa, hicieron una visita al jeneral Blanco. (Diario de Sutcliffe),