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no es capaz un ej 'rcito entusiasmado i que solo respira de–

nuedo i amor a la patria? Volvamos los ojos a la guerra de

la independencia, recordemos

las

jornadas de Chacabuco

i

Maipú, las campañas del año

19,

la espedícion del año

20,

i

preguntemos ¿cómo se arrancó la victoria al enemigo, cómo

poco mas de tres

mil

soldados llevaron los pendones patrios

hasta la capital del Perú, poniendo en fuga a un enemigo tan

poderoso; cómo se acometieron tamañas empresas i e obraron

tantos prodijios? La respuesta será: el ejército peleó por la liber–

tad

i

la gloria; el ejército habia jurado extirpar a los opresores

de la América; el ejército creia hallar en su valor todos los re–

cursos ... ¿Van nuestros militares en pos del dinero i los críme–

nes, o del enemigo que tiene humillados aquellos pueblos

i

que

se ha atrevido a provocar su valor? Serán mirados por el Perú

como los vencedores de Yanacocha

i

~ocobaya,

o como los de

Nasca, Paseo

i ]

unin? Al divisar aquellas banderas que se des–

plegaron con tanta gloria en el año

21,

¿no volarán los peruanos

a incorporarse en las filas libertadoras para vengar la sangre de

los mártires de la independencia, restablecer a su pais en su

primera dignidad

i

acabar con el vil tirano que ha soñado he–

redar al Rei de España i que vergonzosamente los degrada?11

El

22

de Setiembre llegó la escuadra al puerto de !quique,

i

allí desembarcó el jeneral Blanco con un piquete de infante–

ría, hallando a su escasa poblacion abandonada por las autori–

dades, que habian huido. La calma del viento detuvo la escua–

dra un dia entero, i solo el 24 llegó ésta a divisar el morro de

Arica i fondeó tranquilamente en el puerto, pues las autorida–

des

i

guarnicion huyeron al aproximarse el convoi. El pueblo

se mostró tímido i nadie manifestó entusiasmo con la presencia

del ejército chileno. (3)

Ocurrió en este puerto durante la misma noche del 24 un in–

cidente que produjo gran indignacion en la oficialidad de la

tropa i particularmente en el jeneral Blanco, en cuanto impli–

caba una ofensa al decoro i reputacion del ejército. Habiendo

desembarcado el jeneral con alguna fuerza armada, destacó al

(3) Afirmacion del diado de Sutcliffe, pero contradicha por otros testi–

monios. Véase nota F. del Apéndice.