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puerto de Quilca, un grado mas al norte de Islay. En esta tra–
vesía naufragó, encallando al tomar fondo en la caleta de Aranta,
el trasporte
La Cármen,
que llevaba la mayor parte de la colum–
na peruana; i aunque de este accidente no resultó la pérdida
de ningun hombre, pcrdiéronse, sin embargo, algunos caba–
llos, parte del armamento i vestuario de repuesto de la co–
lumna peruana, i la provision de herraje para las caballerías.
Despues <le una corta estadía en Aran ta, la armada rindió bordo
en Quilca al anochecer del 3 de Octubre. El 4 habia desembar–
cado todo el ejército con no poco trabajo, por lo incómodo del
puerto i la escasez de elementos para el desembarco. (7)
Desde la aparicion de la armada de Chile en las costas del
Perú, la mas extraña alarma se habia apoderado del Gobierno
Protectora!, que en sus proclamas i medidas de hostilidad i de–
fensa parecía haber perdido todo sentimiento de dignidad i de–
coro, creyendo acaso en medio de los trasportes de su odio i
en la perturbacion de su criterio, que todo es lícito, si puede
ser eficaz contra el enemigo, sin esceptuar la mentira i la ca–
lumnia. Causa una lastimosa impresion, en efecto, la lectura
i
consideracion de los mas altos i solemnes documentos que el
el jeneral Santa Cruz produjo bajo la impresion de la guerra.
De este modo, sin repugnar el lenguaje soez del t'dtimo gace–
tillero, en una proclama dirijida a los habitantes de la Confe–
deracion desde la Paz con fecha
28
de Setiembre, se expresaba
así: 11Vuestros enemigos, que tanto se han anunciado, estan a
la vista de nuestras costas ... Ellos vienen repletos de odio con–
tra vuestras personas, de la mas criminal envidia por nuestra
organizacion,
i
devorados de una codicia infernal, a destruir
vuestros hogares, a saquear vu Ls tras propiedades, a talar vues–
tros campos, a robar vuestros reuaños
i
a imponeros un yugo
tan feroz como humillante.
r(
ro su ejército
i
sus elementos no
son proporcionados a sus ¡.1 asiones: una turba de bandoleros
reunidos entre la plebe mas soez del Mapocho; un tropel de
hombres sin honor, sin disciplina, no pueden inquietaros, ni po–
ner en riesgo nuestra independencia ... Conciudadano : no solo
el honor
i
la sagrada causa de la independencia os impelen a
(7)
Sutcliffe. Diario cit.