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del capitan de fragata don Roberto Simpson. Salieron ademas
la goleta
Pe1/uviana
i el trasporte
Napoleon
con una columna de
cien hombres al mandó del sarjento mayor Frigolet, que lle–
vaba la comision de tocar en la costa de Copiapó para recibir
allí un corto continjente de soldados i presentarse en seguida
en el puerto boliviano de Cobija, del cual tomaria posesion,
i
procuraria ponerse de acuerdo con las autoridades locales, a fin
de promover un pronunciamiento revolucionario que excitara
por aquella parte los cuidados del Gobierno de Bolivia.
11Cumpliéronse al fin (dijo
El Araucano
de ese mismo día),
Jos votos de los amantes de la libertad americana. La espedi–
cion libertadora que Santa Cruz i los suyos han creido irreali–
zable, i de que se esperan la redencion i felicidad de dos millo–
nes de hermanos, ha zarpado del puerto de Val paraiso. Es
inesplicable el entusiasmo que han manifestado así los ciudada–
nos que han presenciado este acto de tanto interes para la na–
cion, como los militares que se han despedido de ellos en busca
de los peligros i la gloria. En los dias que precedieron a la par–
tida, el cuadro que presentó el puerto,
fué
el mas animado
i
pa–
triótico. Muchos individuos que ganaban cuarenta o cincuenta
pesos mensuales, otros que tenian pulperías i tiendas, lo aban–
donaron todo por incorporarse entre los espedicionarios, sin
querer recibir estipendio sino a bordo
i
poniendo solo por con–
dicion que su servicio no excediese de la presente campaña.
Todo el vecindario ha competido en emulacion i desprendi–
miento ... La operacion del embarque se practicó con un órden
i
alegría admirables ... La posicion del ejército espedicionario
tiene ventajas peculiares. Nosotros tenemos un asilo en el mar
i
podemos escojer el lugar i el momento del combate. Santa
Cruz ha de guarnecer una línea inmensa de costa
i
tiene que
comprimir una multitud de provincias separadas por límites
naturales
i
a las que no se puede acudir con la presteza nece–
saria. Se requiere, pues, una combinacion estraña de incidentes
inopinados para que podamos sufrir algun descalabro. Pero
prescindiendo de estas consideraciones, que por sí solas basta.
rian para infundir la mayor confianza, no tenemos que reflexio–
nar para presajiar el triunfo mas que en el espíritu que anima
al ejército,
i
en la justicia i nobleza de nuestra causa. ¿De qué