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á

Ja produccion; nos convencen que desde que se ha ini–

ciado esta especulacion, hasta Ja fecha no ha habido mas

que un tejido de errores é inconsecuencias q uc lójos de

conducir al resultado lo han alejado por el <lesaliento que

aquellos hechos han producido. Abandonada

á

sí misma

esta industria, no sa conseguirá sino perpetuar esta lucha

entre el deseo

y

los medios de conseguir el resultado. Te–

nemos innumerables ejen p1os que pruPban nuestra aser–

cion. Además de los que se pueden deducir de los

he~

chos expuestos en los capítulos anteriores, creemos que

basten para deducir la mas conveniente prueba, los que

han pasado en el Perú con respecto á este eul tivo.

El Gohierno de1 Perú, á pesar de que ha protejido c011

prodigalidad la introduccion de

la

industria de la seda,

atendidos el desacuerdo de los medios

y

la inoportunidad

que ha intervenido en la produccion, no ha podido ten er

resultado alguno. En efecto, no podian faltar los capitales

en

1847,

cuando se ha iniciado este cultivo en el Perú,

pues el Gobierno suministraba lo conveniente. Podia dis–

ponerse de mayor cantidad de brazos entÓHces y mas

baratos que ahora,

y

el trabajo habig. sido en aquella

época aplicado con mas oportunidad para este cultivo,

desde que los medios administrativos del carnpo estaban

mas arreglados. Como han faltado

los conocimientos y

condicion propia, todo se ha perdido. En efecto, ántes de

empezar por generalizar 1as moreras en cantidad sufi–

ciente para conseguir la materia primera que es lo qu e

convienA obtener en el país por ahora, pues no se contaba

sino con un número insignificante de plantas, se ha pen–

sado

~n

otra cosa. Sin la prevision de que se necesitan

muchos años para crear éstas, se han pedido grandes

maquinarias para fabricar

t~jidos

y

terciopelos de seda .