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No pod]a, pues, es perarse tal resultado. desde que no se
produ.cian los capullos. Por otra parte, han sido tambien
muy mal calculado los gastos de compras de grandes má–
quinas, ni se tuvo _en vista la intruduccion impropia en el
país de las nrnnufacturas de la seda. Todos saben que
estando son.1etidas las producciones á la coneurrencla, no
solo ha sido un error de concepto pretender enseñar las
man
ufactur~s
ántes de obtener la produccion de la ma–
teria pri.mera, pues no podia suponerse que se prc>ten–
diera introducirla de Europa
ó
de otras partes. Del mis–
mo modo habria sido un errOL' económico, creer que las
manufacturas de la seda del Perú húbieran podido com–
petir en precio y calidad, con las de los países cuyas po–
blaciones son muy numerosas,
y
empleando brazos de
que tenernos tan ta neces idad, m.ientras que en otra parte
el trabajo es muy barato. Del mismo modo, son
fácile~
y
expeditoE-' los de má.s medios que concurren
á
la pro–
ducciou mientras que á nosotros faltan
y
faltarán por mu–
chos años
todavía~
Si nos fijamos en los hechos de todas las rejiones de
Arn.érica, nos persuadiremos luego he que los que han
sucedido en el Peni se reflejan del mismo modo en cada
uno de los cultivos que se han emprendido en cualquiera
otro pabi por lo.s particulares, salvo
rn.uyraras escep–
ciones. Si es cierto que algunas partes se han conseguido
algunos productos de capullos,
y
fué este el medio
ma~
práctieo que ha inducido
á
otros
á
la imitacion, no podrian
constitnir de ningun modo e.stos h echos aislados la segu–
ridad de la produccion
y
de la expeculacion. Nosotros
hemos presenciado en Chile que muchos que empren–
dieron estos cultivos los abandonaron
d~spues.
Lo que
puede afianzar
y
hacer progresar no solo esta industria.
sino cualquiera otra, es el resultado positivo de las
utili~