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Después de más de cien aiíos ha .germinado la pern1c10sa

semilla sembrada por Pedro de Angelis en el surco de la His–

ria. Después de más de un siglo, los errores de Angelis los

acoge y propala, corregidos y entusiastamente aumentados, el

publicista

y

bibliógrafo juan Cánter. En el tomo XVIII, de Mar–

zo de 1935, del "Boletín del Instituto de Investigaciones Histó–

ricas" de Buenos Aires, Cánter, glosando las Memorias de juan

Bautista Túpac Amaru, publica varias páginas con el retum–

bante título: "El raro folleto de un impostor". Y de este ar–

tículo tomamos las siguientes líneas:

"Angelis fué uno de los denunciadores del falso Inca... El

impostor presentó una solicitud, quizás el mismo largo memo–

rial de sus padecimientos, e invocando sus penurias imploró

la protección del gobierno (argentino)... De lo expu.esto por

El Argos se desprende que el memorial del indio fué suscrito

por él mismo, pero el texto no era de su puño y letra, de ahí

que se le expusiera la necesidad de que lo extendiera en su1

.propia mano. Ahora bien ¿quién fué el autor de dicha pieza,

y'

quién fraguó la leyenda de su abolengo

y

ascendencia diiec–

ta incásica ?"

El historiador Cánter, sin más que lo dicho por Angelis ca–

lifica a Juan Bautista Túpac Amaru de falso inca

y

de impos–

tor;

y

luego, basándose en el hecho de que el memorJal pre–

sentado por éste al Gobierno argentino no era de su puño

Y

letra deduce, sin escrúpulo .alguno, que fué otro el autor del dicho

memorial. Según la lógica del historiador Cánt·er, cuando un

documento aunque lleve la firma del solicitante, todos los he–

chos en él contenidos no ie pertenecen, ni son reales; porque

él ha sido copiado con letra ajena.

La reaJi.dad de todo esto y que salta a la vista es que juan

Bautista Túpac Amaru tenía muy mala letra; y para subsa–

nar esta deficiencia en el memorial que presentó al Gobierno

argentino dió el ·encargo a un buen pendolista par.a que sa–

cara en limpio sus Memorias, que eran la parte prindpal de

su solicitud. Esto es lo corriente y así ha sido siempre; cuando

alguien tiene mala letra, encarga sus tr.abajos a un buen copista.

Lo afirmado por El Argos de que el Gobierno argentino dió

tina pensión mensual de treinta pesos a juan Bautista Tú¡;ac

Amaru , con la condición de que sus l\Iemorias las escribiera

con su propia letra, para conservarlas en el Archivo Biográfi–

co, pone de manifiesto que los gobernantes argentinos justi–

preciaron debidamente el alto valor histórico de las dichas Me–

morias,

y

por esto las pidieron .al autor totalmente autográ–

ficas. Y las demandaron así, porque sabían, lógicamente, que

juan Bautista Túpac Amaru sabía escribir. No iban a pedir pe–

ras al olmo.