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6

ALMA LATINA

esos ojos

y

esa blancura. La poseyó

la Misan tropia.

Y

ya le asedi aban

los dieciocho años, ya sentía ella en

todo lo que la rodeaba ef':e terrib le

asedio acechante que es heraldo de

algo desconocido

y

hermoso . Aun

eso no pudo sacarla de su muti smo

lleno de r ecuerdos. E lla nnnca había

amado muñecas. No la habían enlo–

quecido los chismecillos iu compren–

sible.s de sus amiguitas. Nunea se ba–

bia preocupado de saber por qué al–

gunos de sus primos la decian fraf':es

de extraño sentido elogioso. Todo lo

había encontrado en ese gato mise–

rable cuyas pupilas fu er on para ell a

una intensa lección de lttz

y

de in–

tensidad espresiva

y

casi Yerbal.

Entre las esp irales de esta vida

triste

y

lacrimosa de saudades y de

inquietudes, coi10ció un día a un

hombre venido de tierras que ella, la

pobre Alicia, ni en sus mejores lec–

ciones de geografia pudo sospechar.

Era un h ombre metáli camente rnbio

y

espectralmente blanco .

Y

en el

fondo de sus pupilas azules palpita–

ba una ll ama de olipila. A licia ob–

servó que esos oj os cambiaban de ta–

maño, de co lor

y

de luz cuando ell a

hablaba. Notó que en cuanto sn voz

rompiasn cr: stal en el ambiente t ran–

quilo de las salas, los ojos cobraban

múltiples

y

luminosas ex presiones

que sólo Alicia supo descifrar.

Y

cua ndo aquel hombre, rodeándose de

sigiloso ambiente confiden cial, musi–

tó jun to a la cabeza de Al icia, frases

llenas de un extraño misterio solici–

tado r y profundo , frases que Ali cia

no entendió , pero que no supo res–

p onder, sintió e lla ese romántico

amor que la hizo mirar a s n gato de

l~jos, mimándo le de l ej os, queriéndo–

le mucho sin tocarlo nunca.

Pero una vez, en una tarde de ve–

rano, dorada, radian te

y

plena de in–

cógnitos estímulos, A li cia se quedó

mirando, embobada de romanticis–

mo, a aq uel hombre tan lleno de fe–

linas inquietud es,

y

pensó lo que

nunca pensara en las mej ores horas

que pasó junto a aquel gato inolvi

dable.

- ¿

Y

s i le tocara?

Un dest ino, funesto co rno un fá–

turn sispi ria 110, hizo que aque l hom–

bre adiv inara aquel pensar. ·

Y

he aqui de cómo quedó para

siempre r oto e l d ulcisimo

y

encanta–

dor misterio romántico que, iniciad o

por un gato en la hora de una niñez

blonda

y

azul, no pudo ser h1an.teni–

do por un h omb re, en el n1'1'n.lito ca–

pitoso

y

t umul tu trio de unÍi adoles-

cencia fugitiva.

· ·

FEDERICO l\foRE.

,-011-1H1-t1n-1111-1111-1111-1111-1111-1111-1111-1111-1111-1,,1-1111-111,_.,,,,_,,,,-,,n-,,--..

CONTRASTESM

Puesto cierta vez a divagar sobre

la monotonía dé este manso e inco–

loro vivir nuestro, lamentábase

Ca–

botín-delicado cr onista aristocráti–

co a quien todos conocéis-de la fri–

volidad e inconsistencia espiritual

de nues tra juventud dorada.

Y

decía:

«¡Ah, quien me diera el alma simpre- ·

y

primitiva, nunca d esflorada por un

pensamiento grave, nunca peJ?turba-

da por lectnras serias, nunca estre–

mecidas por la inq ni. etud del futuro,

nunca soliviantada por un sentimien–

to hondo, nunca r equerida por la

idea de patria, de un jovencito lime–

ño de las nuevas generaciones! ¡Si

entre ellos me contara, con qué elo–

mi,_entes fras es os r elataría el argu–

mento de la última película

y

os co–

municaría la impresión indel eble que