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ALMA LATINA

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El final de un prólogo=====

L os catorce años de Alicia no eran

capaces de soñ ar en nada qu e pndie–

ra se r pa.recid o

a

eso que la sabidn–

ría.

feme11i l de los dieciocho años lla–

ma

un

novio . Alicüt no conocía más

delect·aci ones que las qne solía pro–

porcionarl e u11 gato bla11co

qne

un

día-ella

_ya no

~e acord aba- 1le vara

a su casa la

mc:1no

g en erosa. de

un

mago o de nu a liada. P orque , según

Ali cifl , sólo sobrenatnral podía ser el

orige ,1 de ese gat,o. No era com:ebi–

bl e

a

i,iu<licar origen vulgar

y

definí–

damente hurnnn o a nn gato que era

bl anco como e l más rnbio de los no–

vios y, corno el más tra\'i eso, era in–

ficlente , egoísta

y

lleno del inás va–

nidoso

y

sati sfecho de ios aplomos.

Esta comparación del gato con el

novio; no era

el e

la cabeza ignorante

de Alicia; pero alguna de sus ami–

guita s seguramente la había. pensa–

do.

Romántico era el amor de Alicia

·hacia sn gato. No siqui era jugaba

con él. Sus recuerdos la decían que,

pocos años an tes, tal es juegos habí au

existido; mas ahora , ella no los con-

Publico-igual que mis

versos anteriores--este ar–

ticulo en una revista de

niños, para resentimien–

to y desesperación de los

que, siendo mis compañe–

ros, se sienten literatos

de fuste, y, como tales ,

no quieren nada que

110

sea el rotativo comercial

y redactado en volapuc o

el

semanario cursi y pin–

tarrajeado.

·

PARA RAUL PORRAS B.

sideraba posibles. ·

Y

se limitaba

~

mira.r al gato

y

a inirarle de ,lejos.

Una indecible fruición se apoderaba

de sus infantiles nervios, cuando veía

al

gato esperezarse bajo el sol y di–

latar en el fondo de sus ojos una lla–

ma de olípila. Nunca pudo explicar~

se por qué en las noches, el gato

abandonaba los muelles rinconcitos

por las mismas manos de su dueña

elegantizados, para irse a man llar en

los teja.des

Alicia conocía bien

la

Yoz de su gato

y

no podía equivo–

carse, por mucho que el muy ingra–

to la disfrazase en las noches hacién–

dola más ronca

y

fea. Alicia estabá

se.gura de no equivocarse: el gato

si–

mulaba esa voz para que Ali0ia le

desconociese

y

poder, así, honestar

sus inesplicables fugas al tejado.

Un día el gato fugó definitivamen–

te. Le esperó Alicia un mes, ~eis me–

ses, un año . .Pasó -año

y

·medio

y

na–

die supo decir a la llorosai niña adón–

de habí a ido a parar ese animal ru–

bio

y

de raros ojos cambiantes, que

fuera el sueño idílico de una niñez

1'ománti ca.. Alicia no podía olvidar