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LATINA

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con el tiempo.

Y

es qu~ nunca olvi.–

daremos

á

quien alguna vez

JH>Ei

hi–

zo reír alegre y espontáneamente. Se

une á esto_para conservar la · _111em9-

ria de Fuentes. el ser ~n gracia,

la

auténtica gracia criolla, que, ~como

un renuevo del vergel ele Andalucía,

floreció en las letrillas de Felipe e l

satírico limeño; se hi,rn lisura en la,s

tradiciones picarescas de Pal

111a

y

brilló fugazmente en los Yersos del

mordaz autor de los Chispazo~. (Sin

contar á ese ingenioso

lime:f10

y

epigramático escritor, que en

los

tiempos del coloniaje foé conocido

con el mote de «El poe ta de la Ri–

bera.»)

La sátira de Fuentes sin embargo

supera á la de todos los

ingenios de

nuestra tierra. Su carcajada irónica

y penetrante acompaña á

todos _los

sucesos de su época, fns tjga y des–

cubre

á

hombres de Estado, liti·–

putienses; se encarniza y persigue

como un ojo siempre fijo al secreta–

rio general de una dictadura célebre;

desvela

á

improvisados financistas,

danzarines de cuerda elevados á mi–

nistros

como en el país de Brondi–

nag. Ríe como Swift

y

como Rabe–

lais, ríe eterna

y

sarcast icamente . . .

Parece que no hubiera venido al

mundo sino para reir.

Y

sin embar–

go se d·edicó a los estud io>l estadísti–

cos, a la magistratura

y

á la crítica

de

las costumbres. Cualidades son

estas al parecer contradictorias en el

genio de Fuentes, pero que se armo–

nizan perfectamente.

Y

es que la

ri_–

sa, no brota sino de un espíritu o.b–

servador, de un espíritu asimilador

y curios.o, que va descubriendo en las

cosas ese doble aspecto de que están

revestidas; y que guardando la dolo–

ro sa é íntima poesía, impenetrada y

silenciosa en el alma, ofrece á los

demás, lo que hay en ellas de grotes–

co y de risible, de iegocijo ó de ale-

gría. Por eso en el fondo de todo

ironista hay un poeta.

·

Y poeta fué

seguramente, poet~

.callado

é

íntimo , este risueño escn–

.tor que si no 1:e~petaba nada en su

sátira, amaba su época y sus ideas, é

.inmortalizaba en un libro a la Lima

de un momen to con la poética leyen–

da de sus costumbres y la tradicio-

.1rn,l belleza ele sus mujeres.

Al terminar este bosquejo me ocu–

rre nna pregunta . ¿Han leído Uds.

las obras de Fuentes? Seguramente

que no. Pues yo t amp0co.

Y

es que

estas son cada día más escasas. Na–

die se ha ocnpado de reimprimirlas.

Y

el nombre que e l pueblo de otros

años repetía entusiasta es ignorado

por el pueblo de hoy. No hay un

bronce que diga quien fué este hom–

bre genial.

Y

sin embargo el señor

Hahich tiene .una estátua y muchos

autores de textos para colegios en–

cuentran editores en Palacio. La iro–

nía persigue á don l\fannel Atanasio

hasta la tumba.

En nuestra Universidad el doctor

Pérez - en cuya.cátedra hay un ca–

pítulo especial para literatura perua-

11a,- dedica largas clases á leer cuen–

tos picarescos y obscenos á la mane–

ra de Pitas Payas

ó

á prolijos y con–

cienzudos estudios destinados

á

ave

riguar si un señor que vivió en Es–

paña en el siglo XV y que se llama–

ba el Archipreste de Hita, nació en

Gnadalajara ó en Alcalá de los He-

. nares.

Y

siu embargo nunca ha oído

la j u.ventud de lábios de uno de sus

maestros el nombre de Manuel Ata–

nasio Fuentes.

Los que alguna vez oímos su nom–

bre y sentimos el ansia de conocerle,

lo leemos cada vez qne encontramos

su firma al pié de un artículo . Así le

hemos conocido por unos cuantos y

dispersos escritos, por su Limamara–

villoso, por ag_uella Broma que redactó