ALMA LATINA
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de sn sirvienta, hácia su casa con su
paso lento y fatigoso.
La idea de Isabelita había tenido
un éxito asombroso. Ahí estaban ten–
didos sobre la hierba jugando á las
pFendas grupos animados de niñas
y
de
jovenes. Hacía media hora qne
todas las alumnas de la tercera clase
habían llegado alegre y trinufaltnen–
'te
azotando á sus pobres cabalgadu–
ras para entrará carrera
á
la
huerta
aromada por el perfume ele los prí–
meros manzanos en flor y bajo
Ja
en–
ramada de las viñas, por entre cuyas
" hojas se deslizaban los rayos de un
sol primaveral y ardiente.
· Era una hvertecilla en las cerca–
nías de Surco. Como lo había pro–
puesto
Isabelita se había hecho
el
viaje sobre mansos y pacientes ju–
mentos. La gente seria se había tras–
ladado en una amplia carreta, junto
con los comestibles destinados al
lunch, para. el cual cada una de las
colegialas había contribuido con al–
gún dulce o picante de su especiali–
dad.
Solo Panchitá no participaba de la
alegría general sin tomar parte en
los j negos ni e11
los raptos de entu–
siasmo de los paseantl's. Junto á las
señoras y señoritas mayores ayudaba
á
los preparativos del lnnch, que ·se
anunciaba sucnleuto sobre el mantel
enguirnaldado v sembrado de flores.
Era el 28 de diciembre día de ino–
centes. Y en el cereb:r;o pica;o de Isa–
belita Surgio Ulla idea tentadora Lllle
la hizo sonreír malieiosameute. Tra–
vesura debio ser porque dicha al oi–
do ele una vecinita, morena y sabidi–
lla cor,10 ella produjo la misma con–
traccion encantadora de los lábíos.
A los pocos minutos separadas del
grupo principal, ambas escribían-fur–
tí vamente un papelito que era entre–
gado
en seguida
á
un mayordomo
con el objeto de ponerlo personal–
mente en manos de lai señorita Pan–
chita.
El criado cumplio su cometido y
Panchita entre sobresaltada y enter–
necida leyo estas palabras escritas
en el misterioso billete:
<Señorita Panchita.
«
Hace tiempo que vivo prendado
sileneiosamente de su hermosura y de
su tristeza. · Si Ud. se digna corres–
ponderá mi amor acuda ahora mis–
mo
á
la ramadita de las madreselvas
donde he de ir
á
buscarla.»
Ramón de Altavilla..
¿Que paso en el cerebro de
,1a
chi–
qtrilla enfermiza y delgaducha? ¿Qué
revelacion asombrosa debio cruzar
por su mirada? 1'-lo lo sabemos. Pe–
ro las chiquillas que espiaban tras de
1-ma palmera cercana, la vieron ani–
marse y sonreír dulcemente, como si
hubiera llegado algo que ella espera–
ra hacía mucho tiempo y que no creía
ver realizado. El caso es que Panchi–
ta Jiménez se echo á correr por pri–
mera vez en su vida y ocultándose
de sus compañeras se clirigio hacia la
enramada silenciosa de las madrnsel–
vas.
¿Cuánto tiempo trascurrió ahí en–
tre esperanzada y temerosa sintien–
do en su alma por primera vez la pre–
sencia de un sentimiento dulcísimo é
inexplicable, creyendo
vislumbrar
entre los senderos de árboles
la si–
lueta del E~perado, o temblando con
el roce de uua phmt,a q ne el viento me–
cia junto
á
ella como si fuera la cari–
cia prim.era del amor que_venía?
Las dos chiquillas se olvidaron de
ella y solo notaron su desaparicion
ya al anochecer al prepararse á
la
vuelta
y
entonces pensaron que
aún
estaría ahí. Corrieron hacia
el rincon florido
y
apartado del jar–
dín
y
ahí encontraron
á
Panchíta,
tendida sobre la hierba, llorando en