Previous Page  296 / 330 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 296 / 330 Next Page
Page Background

-

292 -

estas palabras:

1 1

Se ha decretado la continuacion de una guerra,

a nue. tro juicio emprendida sin grandes i urjentes motivos: debia

haber cesado, aprovechando los tratados que celebró el jeneral

Blanco.11 El autor desenvuelve esta tésis examinando los tra–

tados, que aprueba en la sustancia, i solamente lo considera

reformable en ciertos artículos, como el referente al pago de la

deuda, siendo de notar que estos defectos los atribuye a don

Antonio José de Irizarri, que por una

malhadada 6'tden guber–

nat,iva,

fué asociado a Blanco. En resol ucion, el Gobierno de

Chile debe renunciar a la guerra i tratar con Santa Cruz, mo–

dificando el tratado de Paucarpata. Este artículo 1le\'a por

fir–

ma

Unos c!tilenos/

5.

0

un artículo en contestacion al precedente.

Tiene por título:

11

Cuatro palabras de un amigo de la justz'cia

z'

de don Antonio José de lrz'zarri.11

Contiene una defensa poco

feliz de este sujeto; 6.

0

11flustracion del papel publz'cado

p

runos

clzilenos sobre tratados z' guen a con el Perz't.11

Corrobora las mis–

mas opiniones del artículo firmado

unos clulenos,

i

en un apén–

dice rechaza las ideas del periódico intitulado

El

cura

111

onardes,

que por este tiempo (Diciembre de 1837) reapareció para atacar

a Blanco i sus tratados, i pedir resueltamente la continuacion

de la guerra contra la Confederacion Perú-Boliviana;

7.

0

Al

públz'co.-Contiene una carta escrita, al parecer por

uno de los que hicieron la campaña del

37.

Es una defensa de

los tratados i de Blanco, i un crudo ataque a los emigrados pe–

ruanos, que continuaban pidiendo· la guerra contra Santa Cruz.

Con respecto a la cuestion deuda del Perú a Chile, dice:

11

Se ha

tratado de alucinarnos presentándonos como indisputable el re–

clamo de los doce millones que se dice nos adeuda el Perú;

i

se

ha reducido a capítulo de grave acusacion el haber pasado en

silencio este punto en el tratado. Se ha olvidado que el Perú

nunca quiso pasar por semejantes reclamos, considerando que

nuestra propia conservacion nos condujo a sus playas a afirmar

allí nuestra independencia, arrojando de su suelo al enemigo

comun de la emancipacion americana. Supongamos por un mo–

mento que se hubiese recabado el reconocimiento de esta deu–

da; ¿podríamos lisonjearnos jamás que nuestro crédito ocupase

un lugar preferente al de otros acreedores? ¿No exijiria la In–

glaterra, que tiene un apoyo de que carecemos, el pago de cer-