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"Excelentísimo Señor.-Por superior orden de Vuecelencia fuí
destinado con sesenta soldados y dos oficiales a la ciudad de
Guamanga, para la conducción
y
custodia de los reos, que en
dioha ciudad debían hallarse, y traerlos a esta Capital. El día
primero de Octubre de este presente año, !)Use en execución
la superior orden de Vuecelencia-; Uegué el veinte y dos, y el
veinte
y
cuatro despaché dos soldados de cavallería con cartas
para los corregidores de las provincias de mi ruta, participán–
doles mi salida, con noticia de las mulas que necesitaba,
y
sabiendo que el Gobernador de Castro Virreyna, por motivo
de sus enfermedades, no asistía en su provincia, considerando
el atraso que originaría el que sólo a él se le participase el
día en que emprendía mi marcha, por mejor diligencia les es–
cribí a los Tenientes y Alcr:.ldes suyos, noticiándoles el día de–
terminado, que era el veinte
y
ocho del citado mes,
y
que apron–
tasen las mulas con esta seguridad. Dichos soldados justifican
haber hecho esta diligencia, y haber entregado la carta-orden
de Vuecelencia con suficiente anticipación, como parece por las
diligencias en la citada orden. El veinte v cinco me hice car–
go de setenta y cinco reos de todas clases y de tres certifica–
ciones de otros tantos reos muertos, desde el camino de Cuzco
a Guamanga, como de siete prisiones, dando de todo recibo
al Comandante que los condujo de la ciudad del Cuzco. El vein–
te y ocho determiné la salida con ellos, habiendo esperado
en este intermedio, se aliviasen dos reos aue estaban gravemen–
te enfermos. Dicho día veinte y ocho no sé efectuó la salida, por
no hallarse las mulas prontas,
y
el veinte
y
nueve marché \a
las diez del día, y a las cinco de la tarde me fué preciso hacer
alto en una ranchería, distante dos leguas de la ciudad, nom–
brada Pucucasa, por no poder continuar la marcha, por estar
las mulas cansadas, de cuya novedad di parte al instante al
Corregidor por carta que le escribí, remitiendo así mismo otra
a la hacienda de Quicamachay, que dista cuatro leguas, dicien–
do me remitiese Don Domingo de Rosas las mulas que estaban
en ella, de los Corregimientos de Cangayo
y
Guanta; y con
efecto me las remitió el día siguiente, con las que
lleg.uéa
dicha hacienda, y pasé aquel día hasta Totorobamba que hay
ocho leguas; continué por la jurisdicción de Guanta y Canga–
yo, sin novedad, mi marcha hasta la paseana nombrada la To–
torilla (primera de la jurisdicción de Castro Virreyna) en la
que no hallé ninguna disposición de mulas,
y
sí dos cargas de
leña que
condu.ioun indio. Este informó que en la pas.::ana
nominada Llúracllama estaban esperando con toda providencia,
por lo que obligué a los arrieros continuasen hasta ella que
hay cuatro leguas; y tampo·co hallé providencia; sin embrago,
proseguí la marcha hasta los altos de San Martín, que hay