Previous Page  139 / 176 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 139 / 176 Next Page
Page Background

131

cluatro leguas; y viendo que ni aún en estos había mulas que

eran las ocho de la noche, que el mucho

frío

que hacía 1m-1

pedía a los reos el caminar; y que las mulas estaban cansa–

das, mandé hacer alto en un sitio que aseguraron los arrie–

ros era paseana; y asegurándome de los aparejos; permití lle–

var todas las mulas al pasto. A la mañana siguiente

re"~ono~

cí el mal temperamento y situación en que ·me hallaba,

y

de–

terminé salir de él; pero mandando traer las mulas, me res–

pondieron que los arrieros y peones se habían huído la ma–

yor parte de ellos llebándose muchas mulas, por lo que se

fustró mi intento; y así mismo me avisaron de que en aquel

territorio no se hallaba agua, por lo que reconocí el campo, y

rompiendo

y

levantando algunos peñascos, descubrimos una poca

aunque mala, la (!Ue mantuvo a la gente, hasta haber descu–

bierto en 'una cuadra la suficiente. ·Luego despaché un propio

al pueblo de Hayabi, por haberme informado un indio que es–

tábamos distantes cuatro leguas de él, con una esquela para

el Theniente o Alcalde; pero dejándola en poder de una mu–

jer, por no haber hallado otra persona se volvió sin más ra–

zón. A las cinco de la tarde mandé un oficial con dos solda–

dos, y éste pasó h11,sta el Tambillo, distante siete leguas, en el

que se mantuvo, tomando las providencias que pudo, para juntar

algunas mulas; y viendo que me hallaba cuatro días demorado

en dichos altos, que la tropa tenía pocos víveres, y que habían

fallecido dos indios, aunque muy ancianos, (corno consta de

las certificaciones que a Vuecelencia presento) tomé la reso–

lución de marchar con la tropa a pie

y

los a mula, dejando las

cargas custodiadas de una pequeña escolta, para cuyo efecto

mandé traher las mulas que habían quedado; pero ni aun esto

pude facilitar, por haberse muerto la noche antecedente siete

mulas (r), y no haber las suficientes para conducir los reos,

con lo que sin más esperanzas que era el esperar las resultas

del citado oficial, al siguiente día cuatro de mi permanencia, y

a 12.s seis de la tarde vino Don Pedro Villafuerte, asistente de

tabacos de la ciudad del Cuzco, diciendo en el instante que su–

po mis incomodidades, y aunque se hallaba con cien cargas de

tabaco, las h&bía dejado custodiada de sus criados,

y

que venía

a sacarme de tan

arries~ado

sitio, trayendo !)ara el efecto cien

mulas. Se m2.ntuvo en mi tienda hasta el día siguiente; y poco

después de amanecer, me dió parte el sargento de guardia de

( r) La muerte d·e esta'S siete acémilas,

ocasionaid~

por el

hambre, Ia sed

y

el frío, son .!os más ¡gnandes testimonios de

la indemenci.a de ·esos ,páramos de Castr·o Virreyna, páramos

recorridos oor la caravana de infelices, de la aue formaba

par-

te

J~1an

Bau.tista Túpaia Amaru.-(.F.A.L.)

·