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ALMA LATINA

11

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DE LA QUINCENA

Siguen Los Raros

Hély más raros aún.

Y

¡quien lo cre–

vera! en

~l

-ler.

año

de Letras. En el

; 1110

ideal de

la

Universidad

y

uno

ele

e llos es

~J

Si-. Rey y Lama. Ño es pin–

tor.

Ni escultor.

Ni

aún arquitecto.

Tampoco es poeta.

Y

.sin embargo

es

un

n1

ro

y un artista.

¿Qne

sen't

el

Sr. Rey

y

Lama

?

Esta misma pregunta se la

ha.da

el

S1·.

Rey el .año pasado. Era aú

n un c

o–

legial de 4°.

año

de Media del Colegio

de la Inmaculada.

Y

ya pensaba en el

porvenir. Dudaba mucho. Se miraba

a l espejo para ver si podía descubrir

sus aptitudes.

Y

un día. Un

día

famo–

so al pasar p01· una vidriera del girón

de

la Unión, se vió de cuerpo entero.

Y

adivinó su can-era. Encontró la res–

puesta anhelada. El Sr. Rey y Lama

era torero.

Había

nacido para eso. Torero por

profesión y por simpatía. Tiene un

arrojo español. Tiene figura.

Y

es muy

valiente. Siempre le está buscando los

cuernos al toro.

Un día le clavó un par de band~ri–

!1as al Sr. Revoredo, por intermedio

de un periódico.

Y

enseguida se plantó

muv sereno con un aire tancredino es–

perando la embestida. Tenía prepara–

do un pase ele muleta soberbio. Salió

e l toro. El Sr. Rey sabía con quien se

las había. Conocía todas las rrniñas

del

torito.

Y

estaba seguro de triun–

fa r . Más de pronto el Sr. Rey se sintió

cogido.

El toro lo revolcó, lo arrastró y lo

embistió .

Y

es que el toro resultó no

ser el Sr. ·Revoredo sino el Sr. Ulloa

que había salido en defensa de aquel.

Y

en vez de unos cuernos embolados

se encontró con un par de astas afila–

das .

Así no vale, dijo el Sr. Rey. Aquello

110

se podía considerar como un fraca–

so. Era solo un engaño de la empresa.

Así es que el Sr. Rey no se desanimó.

Y

siguió ensayando gestos, actitudes,

pases de efecto con que arrebatar

al

público. Es un t 0 rero efectista.

Un

to–

rero para el público. Para que lo ad-

,

miren, lo contemplen y lo aplaudan ,

Por algo se

a

dedicado a l toreo.

Otro día se sintió con fuerzas para

volver a sus faenas. Convocó al ler.

año de Letrns. Al año infantil y gra–

cioso .

Y

el Sr. Rey les dijo:

¡Yo

soy de–

legado] Vamos ajugar al toro. A ver

quien me embiste.

Todos se rieron y aplaudieron.

Y

no

hubo toro que se atreviera con el Sr.

Rey. Pero aquí tambien

la

empresa le

jugó una mala pasada.

Y

le soltó al

Sr. Colmenares. El Sr. Rey se espern.–

ba un becerrito y le sale un toro gor–

do. Revolcón. Embestida.

Y

el Si·. Rey

desanimado renuncia a tor~ar. Entre–

ga la espada y la muleta y se retira.

Ahora descansa. Está dedicado úni–

camente a contar sus hazañas. Sus

compañeros del

1

9

le oyen asombra–

dos. A los niños les gustan rnucho los

cuentos. Dicen que en Diciembre habrá

una gran corrida. Un toro grande y

gordo. Un toro de prestigio tradicio–

nal.

Y

agregan los que tal dicen que el

Sr. Rey soltará la capa. Se echará

a

correr.

Y

hélciendo portavoz con las

manos le dirá:

¡Hasta Ma,rzo torooó ...... .... ..!

El NuNo Comilé

Esta vez, el Sr. ReYoredo se ha

ido

ele veras. Después de una asamblea

íntima. Una asamblea familiar · que

hizo las yeces de una ceremoni a de la

trasmisión del mando. Acabada la

A–

samblea el Sr. Revoredo se fué a l Cen–

tro con el Sr. Denegrí. Se encerraron

en la Secretaría.

Y

conferenciaron lar–

go rato. Alguien al pasar por la puerta

creyó entender algo. El Sr. Revoredo de