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SEÑORITA ELVIRA GALLO PORRAS

UN HOSPITAL DENTRO DE UN COLEGIO

El cronista de Rincón Amable estaba

de un humor pésimo. Hacía como dos

semanas que no veía a Rosita. Desde

el último coloquio bajo la blanca sere–

nidad del cielo barranquino, no había

vuelto a divisar la graciosa silueta de

la encantadora san:pedrana.

¡Hay tan pocos sitios de reunión en

esta monótona vida limeña! Rosita

no parecía por ninguna parte. En los

cinemas no se le había visto hacía

muchas tardes. En el Parque Colón

nadie daba razón de ella. Al "tennis"

no había vuelto desde aquel día ¿Es–

taría acaso enferma la espiritual Ro–

sita? Hubiera querido convertirme

hasta en la horripilante figura de su

señorita de compañia para averi–

guarlo.

Por fin el día de ayer 30 de Agosto,

día de la mística santa limeña

y

san–

to de Rosita, me decidí a visitarla.

Daba una matinée en su elegante resi–

dencia de la Avenida Píérola seg6n

decían las Notas Sociales de "El Co–

mercio" Llegué a las

6

de la tarde. El

salón estaba pleno de luces

y

ele flores.

El terciopelo triunfaba en· todos los