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ALMA LATINA
DE LJ:\ QUINCENI"-\
La oratoria
Es
un arte como cualqaíer otro.
Pero es
un
art~ nacional por ex–
celencia. Oradores nos sobran.
Los hay en todas las esfera~. En
todas las institucionesc. Llámese
Cámara de Diputados
ó
Asamblea
Universitaria, no son sino pléya–
des de oradores. En
distinto gra–
do.
En las asambleas
por
supuesto
todo es en menor escala. Hasta
el tratamiento que se dan los A–
sambleistas, No se tratan de se–
ñoría. No .hay ningún «hon¿rable
señor».
. Reina un ambiente de
coufianza. Hay
á
veces · u!1a gran
facilidad de expresión. Solo tiene
una ventaja .sobre la Cámara. No
hay barra. Ahí cualquiera se le–
vanta
y
habla. No importa que
no guste. Dice lo que le dicta su
conciencia. Y ba~ta.
.Ño se exí–
gen condicione~. · Para · ser orador
unive.rsitarío solo se ilecesita que
Ct.
rra por las venas sangre de
20
años. Ya con eso cualquiera es
orador.
Por supuesto hay sus notabílí–
dade~. Nosotros hemos ido
á
las
asambleas. Y no hemos podido
ffi:enos
de
notarlas. Y de aplau–
dirlas. Se nos iban las man
)S.
Y
los pié~.
Sobre todo cuando ha–
bla el señor Denegrí.
Ese· señor
es una especie de Mirabeau. Pro–
duce sensación cuando se levanta.
Cualquierá al verlo sentado tan
,
fresco, tan lustroso, tan buenmo–
zo lo hubiera creido
semejante
á
la
yegua de
Rolando. Incapaz
de
moverse. Pero el señor Denegrí
se mueve. Se
levanta.
Habla.
Grita. Conmueve.
Y
es jefe de escuela.
Una
es–
cuela oratoria. La escuela de la.
oratoria sísmica. Temblor de voz.
Temblor de labios. Temblor
de
manos.
1''embl0r de piés. Tem–
blor de ideas. Terrrremoto de pa- ·
Jabrasss .....Y
luego cataclismo
de ar;lausos. Porque el señor
DE–
negri tiene mucha suerte. Así co–
mo el señor Grau en la Cámara.
Siempre lo aplauden.
Pero
á
nosotros quien nos gus–
ta más es el señor Cebreros. Es
más orador.
¡Ese gesto del señor
Cebreros!
Un
gesto admirable.
Altanero. Interrogativo.
Es
una
oratoria eléctrica.
Produce sacu–
didas nerviosas en el orador y en
el público.
Pero el más sereno
7
e1 más cul–
to, el más clásico es el señor Val–
derrama. Que pulcritud para ha–
blar. Que sencillez. Que natura–
lidad. Parece que conversara con
el público .... por teléfono. Por
supuesto,
a
veees hay pequeñas
interrupciones de la Central. Y
e5-; que el señor Valderrama se ol–
vida.
Se olvida de que está ha–
blando. Se sonríe. Pide discul–
pas. Hay que comprender que se
está iniciando. Que es la primera.