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ste Guillermo Luna Cart]aud,es–
acompañado de otro que yo me
sé
y
de quien a su tiempo he de
hablln-la más florida promesa de su
genernci6n reciennacida.
En los versos que a esta prosa si–
guen el menos esperto en achques líri–
cos, verá la eclosi6n de un poeta–
acaso de un gran poeta, si la vida no
le obliga a torcer rumbo.
Un vasto martillazo de fantasía resue–
na en estas rimas en las que hablan
frente a frente dos poetas: el mar y un
rimador.
Vasto desfile de pegasos enloqueci–
dos, tocados de luz de mariposas en las
breves alas raudas, arranca sobre la
escarpa de estos vers<;>s de Luna.
¿Desborde técnico? Es posible-Pero
sería lastimoso que a
los dieciocho
años, un poeta se anquilosase dentro
de rigores de técnica. La técnica viene
después cuendo el cerebro reclama sus
fueros, la vida impone altas normas y
el pensamiento crea disquisiciones pa–
radojales. De todo eso se deriva la
técnica. Antes la eterna llama román–
ti ca prende en
todos los corazones, y
es justo que Luna conceda su sitio a
esa chispa sagrada de la que se deri–
va n
las grandes visiones del futuro.
Dentro d e ese romanticismo puro y ra–
di ante y concediendo a su época las
inqui etudes que a ella son propias–
Lurrn ha despl ega rlo una alta bandera
de idea l flamante. En ese recinto oseo-
16gico de la Universidad Luna ha ido
a decir una buena palabra lírica y en–
cendida,bDespués de que la Universi–
dad conoci6 a poetas de logro y de es–
t6mago, Luna va con su juventud de–
sinteresada y llena de amor a lo bello,
para decir a quienes lo acompañan en
la docencia dg su juventud que sobre
la aridez del estudio profesonal, está
la palabra de Ja Eterna Armonía, del
ideal perdurable que, al obstinarse en
los corazones, conduce a los espíritus
hasta el remoto linde de una vida su–
perior.
Bienido sea Luna Cartland
joven
poeta magnífico.
Bienidos sean sus
dieciocho años. Bienida su juventud
de ensueño. Y que en él se crisolicen
las bellas virtudes de su supremo so–
ñar amalgamadas con las dulces lec–
ciones de
RU
incomparable vivir.
Ojalá pudieran valer algo estas
lí–
neas que quieren decir mucho a este
Guillermo Luna Cartland, joven que
eleva la voz de su juventud y que has–
ta ahora, es porta"etro de su genera–
ci6n reciennacida.
Ca.nte siempre Luna; pero no se
fa–
brique flores naturales no se venda en
veladas do dudoso arte, no declame en
las calles, ni improvise ante las multi–
tudes, ni se venda ni se humille.
No olvide que el ruiseñor odia
el
ruido y ama la sombra que ·la luna en–
noblece y el silencio amplio.
Fli:DERICO
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