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cipal movil de todas sus acciones. Todos Jos recursos
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, ·
que la asociacion la mas imperfecta tiene para los opri-
1
midos, se hallaban cerrados
á
los indios : reinaba una
colucion secreta
y
bien observada bajo la g·arantía del
oro
y
la plata entre los mag·istrados de América, y la
corte española, que no dejaba al indio mas apelacion
que la de un sufrimiento preternatural,
ó
las tentativas
de un sacudimiento.
N unea se expresarán, sino diminutamente, los mo–
tivos que hacian esta disposicion nacional,
y
que se aña·
dian diariamente al odio tradicionalmente impreso por
la usurpacion
y
horrores de la conquista. En este es–
tado, ya muy violento, mandó Carlos 3.
0
el año de
80
á.
un comisionado llamado Areche, con el título de visi–
tado1·,
á
establecer los ·estancos aduanas, impuestos sobre
ventanas &c. en todo el Perú. Estas medidas de la ra–
pacidad española, dando un campo abierto al desarrollo
tle su codicia, colmaron la clesesperacion de los indígenas,
1
y
mi hermano se puso
á
la cabeza de 25 mil indios, el
dia 4 de octubre
1780,
este santo movimiento ele insur–
reccion con que la naturaleza empieza por todas partes
Ja
regeneracion de los hombres, y presagia por sus su–
cesos la felicidad del mundo. Pero no siempre es dado
á
la justicia el triunfo de su causa, y aunque peleaban
Jos indios con valor admirable contra sus opresores, no
teniendo el arte de matar el mayor número de hombres
en el menor tiempo posible; como habían heredado de
sus padres la justicia, la frugalidad, la dulzura de ca–
racter y el amor al trabajo
y a
sus semejantes, su virtud
y
sus derechos se encontraron sin defensa : tenían sin
duda toda la resolucion de Scevola,
y
toda la virtud de
Sócrates,
y
no obstante tan desgraciados como ellos,
cayeron bajo del poder y venganza de sus enemigcs,
que nada d ejaron por sacrificará sus viles pasiones: ma–
taron familias por centenares sin consicleracion
á
edad,
ni sexo: el terror se apouer'Ó de todos los espíritus,
y
aprovechando de este sentimiento sielilpre envilecedor con-