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tener en cuenta veinte refutaciones victoriosas,
y
arr6-
janlo como pasto
a
la credulidad popular.
En ciertos dias determinados la Francia entera se ali–
menta de ello; anadense calumnias nuevas
a
las
~ntiguas;
se nos imputan las faltas
y
las desgracias de los pasados
tiempos, como si las pasiones de los hombres no fueran
bastantes
a
esplicar
SU
historia;
y a
nosotros
a
quienes
cada hora de nuestra vida nos llama
a
la contemplacion
esclusiva
y
unica de Ia eternidad, se nos acusa de que li–
gamos inseparablemente en nuestros pensamientos los in–
tereses inmortales de la Religion
a
los m6viles intereses
del siglo ,
y
al pasagero destino d.e las cosas de la tierra.
Nos acusan de que buscamos, mantenemos, cultivamos
cuidadosamente en nuestras alrnas todo lo que irrita
y
di–
vide, cuando la filosofia mas vulgar inspira pensamientos
mas cuerdos
a
los mismos actores de la escena politic.a
desencantados por tantos Jerros.
En medio de todo esto, no se respeta mas al buen
sentido que
a
la buena
fe,
y
no se retrocede ante las mas
estrafias contradicciones. Lo que otros han dicho , se nos
achaca,
y
al mismo tiempo se nos echa en cara nuestro
silencio. Ponderase,
a
placer,
y
sabe Dios con que ob–
jeto, lo que llaman nuestra habilidad,
y
al mismo tiempo
se nos atribuye en las circunstancias mas criticas las mas
locas temeridades.
A la relacion del menor derecho atacado, de la me–
nor libertad amenazada en el mas humilde ciudadano , le–
vantanse mil voces invocando la constitucion y las leyes, y
esas mismas voces no saben invocar contra nosotros sino
las proscripciones y los golpes de estado. En las columnas
de los peri6dicos, en los tallcres, en los b,ancos de las
escuelas, hasta en la ensefianza distribuida
l1
la juventud,
donde quiera somos designados al odio
y
mo ofrecidos
en holocausto
a
los furores de la opinion descarriada.
Tai es en fin nuestra situacion, quc algunos .hombres