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-107-

olvideme antes a mi rni"smo

!

Sequese mi" lengua

y

quede

inm6vi"l en mi" boca

_,

s'i no eres tu siempre- la pri"mera en

mi" memori"a

_,

si" no te pongo al principi"o de todo$ mis can–

ti"cos de regocij"o."

Y yo tambien, humilde soldado de la unidad cat6lica,

para darla; si era posible, mas intima y completamente

mi alma y mi vida entera, he ido

a

buscar un lugar os–

curo en las filas de Ia Compafiia de Jesus.

En el estado en que veia yo la santa Religion de mi

maestro en este mundo, .despues de la gran guerra decla–

rada

a

Jesucristo por la incredulidad del siglo XVIII, el

catolicismo me aparecia como un egercito ordenado en

batalla con un frente de vasta estension, para hacer rostro

por todas partes

a

Ia impiedad y al error,

y

soco'rrer

a

la

sociedad amenazada. No habia ya campos diversos ni ban...

deras divididas.

En el centro veia yo la catedra de

s.

Pedro en

SU

magestuosa inmovilidad, y cerca de ella en la primera

fila del rendimiento y de la fidelidad valerosa'

a

la iglesia

de Francia con sus obispos y sacerdotes, bella aun y vi–

gorosa a pesar de los dias de la desgracia.

Ciertamente , al alistarme en la bandera del santo

fundador de

la

Compania de Jesus, no ha sido mi ani–

mo separarme de la milicia sagrada de mi pais; simple

combatiente, solo he tornado otro puesto en el mismo

egercito.

Dos palabras mas, y concluyo.

Hace ya mas de

o~henta

aflos que pesa en Francia

sobre la sociedad de Jesus una sentencia de proscripcion.

Nuestros jueces, como todos saben, eran entonces partes

contra nosotros, y antes de instruir el proceso habian

pronunciado el fallo. Cuanto se dijo, todo lo que se

escribi6 en aquella epoca, rec6genlo algunos hoy, sin