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nacian
.iJ.
la civilizacion) reaiizar el reino del EvangelioJ
nos suponen hoy el absurdo proyecto de reinar sobre la
Francia! Esto fuera un delirio de insensatos .... pero, lo
repito) no es el nuestro; . le devolvemos a Ios cerebros
enfermizos de los que se ban hecho nuestros enemigos.
Si hemos de darles credito , una parte de esta obra
esta ya realizada, y Ia iglesia de Francia, habiendo ab–
jurado sus antiguas tradiciones) sufre toda ella el yugo de
las influencias ultramontanas.
l
Sera preciso que nos veamos obligados
a
remitir
a
las Iecciones de Ia historia a Ios que tanto gustan de ser–
virse de su autoridad contra nosotros? Por Io visto olvidan
lo que ha pasado de sesenta afios aca; olvidan el triste
camino que hizo el
J
ansenismo en la segunda mitad del
pasado siglo, bajo el c6modo manto de una oposicion
harto facil a la corte de Roma; olvidan como el cisma
escondido en las entrafias de esa doctrina funesta se pre–
sent6 al pUblico en las discusiones de la asamblea consti–
tuyente) se convirti6 en ley, y poco despues
ensa~grent6
el desgarrado seno de la Iglesia con espantosas persecucio–
nes. iOlvidan los altares derribadosJ
y
cuanto mi pluma
se niega aqui a bosquejar
!....
Gracias a Dios) el episcopado frances ha guardado me–
jor memoria de estas cosas; ha comprendid<? que despues
de semejantes pruebas) convenia no esponer la unidad
a
nuevos peligros _,
por medio de controversias _,
que care–
cian ya de objeto;
y
se ha reunido) y apifiado todo _,
y
confundido en un solo corazon
y
un alma sola) en re–
dedor de la catedra de S. Pedro)
y
ha repetido con voz
unanime las inmortales palabras de Bosuet:
«Santa Iglesia romana) madre de las Iglesias,
y
madre
de todos los fieles _,
Iglesia escogida por Dios para unir
a
sus hijos en la misma
fe
y en la misma caridad, nosotros
estaremos siempre adheridos
a
tu unidad de lo intimo de
nuestras entrafias.
j
Si" yo te olvi"do,,
Iglesia romana)