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se recibió juramento que hizo por Dios Nuestro Señor, y una
señal de Cruz, según derecho, so cargo del cual ofreció de–
cir verdad en lo que supiere y fuere preguntado, y siéndolo–
corno se llama de donde es natural, su edad, estado, calidad,
oficio, y si sabe la causa de su prisión; dijo: llamarse Juan
Túpamaro, natural de Tungasuca, provincia de Tinta, de edad
de treinta y cuatro años, casado con Susana Guerra, española,
que no tiene oficio cierto, pues unas veces hace de chacarero,
otras de arriero, y que presume estará preso, porque lo encon–
traron en Tungasuca, y decían era hermano de Josef Gabriel
Túparnaro, y responde.
Preguntósele qué parentesco es el que tiene con Josef Gabriel,
dice que su madre Ventura Monjarás estuvo casada con Miguel
Túparnaro; pero el confesante ya había nacido antes, y es fuera
de matrimonio habido, según le ha dicho un Josef Aparicio,
y
responde. (ce)
Preguntósele si ha estado forzado con el rebelde, o le ha re–
cibido de su gusto, dice: ha estado forzado, y responde.
Hízosele cargo corno dice ha estado forzado, cuando consta
de estos autos, le servía a Túpamaro, llevándole la cama, ohe-
(ce) Quien haya revisado las informaciones, autos y otros
documentos, que se fr.aguaron por los conquistadores y gober–
nantes españoles alrededor de los descendientes o parientes in–
mediatos de los Emperadores inkakos, d·escubrirá, sin mucho
esfuerzo, una sola fina"lidad: Ja negación y aniquilamiento d·e
toda huella del dere-cho, que pudieran tener los probables y
legítimos herederos al trono imperial. De
.allí
que en estos autos,
contra Juan Bautista Túpac Amaru, se pone en boca de éste
la declaración de que había nacido antes del matrimonio de
Miguel Túpac Amaru con su madre V·entura Monjarás. Es de–
cir, que no era hermano del Gran Ca·udillo de la Independencia,
José Gabriel Túpac Amaru, cuyo padre fué el dicho Miguel Tú–
pac Amaru.
El más vehemente apasionado de esta política curialesca
y,
·destructora fué, sin duda alguna, el .Virrey del Perú Don Fran–
cisco de Toledo,
quj.enla llevó al extremo de inventar declara–
ciones de viejos kipucamayocs, en las que a-firmaban que los
fundadores del Imperio de los Inkas y, desde lwego sus descen–
dientes, solamente fueron vulgares usurpadores; y que, por lo
tanto, el legítimo dueño
y
soberano del Tahuantinsuyo no era
otro que el Rey de España. . . Toledo, fiel a su pauta de go–
bierno, exterminó a los príncipes inkaicos.
Y esto que decimos no es
u.naafirmación parcial o capri–
chos.a nuestra. Es la verdad histórica. El laboriosísimo histo–
riógrafo español Marcos Jiménez de la Espada nos ha dejado