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AL1\/IA LATINA .

de que ·pane, n a d a m ás que por

amor

a l

Perú.

-¿)fo le parece

á

Ud. un a gra n

in g r at itud?

-Inmensa, compañero.

-No importa el lucha.rcÍi.

Y ha

de

t1 ·iu

nfo r.

Por

q u P

lrn

d e

ir

h asta el fin

p1-1

ra

nq uello

que

cfr

ce su ]e1na:

''Por la na .....

"

-¿Cómo decía el lema?

-«-Por ]a ,

n a .... -~. . .

c: io n a lic1 ac1i> .

T odo un.

c:r.cdo ·e fl una

<;o]a

pa,la,–

bra . ¿.Qué le parece

á

Ud?

-Muy

simbólico. compañero.

En alto g r ado s irnbóli c0 ..

Cuando

e·1

amor muere

Siempre

dan

pena los

q

n e

se

van.

Y

el señor Revoredo se

va.

Se

va

solo, Dicen que es el destino

de los

<Yrandes idea li s tas.

Y

el

señor & ·voredo-ya l o hemos di

cho otra vez-es un espíritu, fino ,

sutil, diRtinguido. Afili g r a n ad?·

íJil'fa,se

un

cortesano de

Lu1s

XV.

Le sentarían m ejor las cho rre–

r as de en caje

y

la pelu r.a, empol-.

Vé\da que el j aquet negro y

el

sombrero de paja. Más que para

discursos d e Asamb lea y para lu–

chas m1iversiünias n a ci6

et

sef.ior

R evoredo para las dPclaraci< ,nes

de amor.

Para la ch~rla inge–

niosa. con la s damas. Si hubiera

vivido en

la época de Luis

XIV

hubiera perteneci

do a

l Hotel de

.Ri::i mbouillet.

Su

v.oz

es su ave

y

atirnbrad :=t .

i\Iel o

cl ios

a.

Como

h ech a ·para de cir

un:

«S' jl

vous

pla is M a darne» . ....

Las ironías d el destino lo lle–

Vc1ron

11,l Centro Un iversitario .

Es una tristeza es o de ser corte–

no

idf-\alista y tener que fre–

c,1rntar las

no~te rias, Porque el

sefíor Revoredo no na estado s i

no de paso en el Centro Uni versi–

t J:1 rio. Como en nna. hostería . .

Entró ah í co n su Comité.

Y

ape–

n as s i se conocfo n.

El Riernpre

pensando en in,e. Hasta Chile se

hubiera

ido,

s i hubiera sido po–

s ibl e: el

señor

Revoredo, que

es

ü.1,n

tri.ota.. l'e ro n o se fué.

Y

se q1:1edó en el Centro, a un que

s iempre con

l a,

obseRión de irse.

Si no se h a ido hasta a hora cúl–

pese

á

su galante ría. El señor

l~e vo rerlo no qneríá. irse sin d es ·

pedirse. Una. cesped id a tierna

y

pública. Conmovedora . En una

Asa.mblea. Pero los univers ita–

rios no lA hacían caso .

Lo que–

rían t ari to que lo retenfan

por

los faldones del j acqu e t, y así se

h a ido quedando.

Así h a trascurrido m R's de un

año .

Y

él sigue en el Centro Uni~

ve r s ita.rio. Apen as si h a tenido

disgustos

íntimos.

B

a

vivido

so;ñando, H aciendo m ad rigales,

A

los ojos del señor Gon~F\,-

1ez

Elejalde,

A

los cabellos,

del señor Fern á nd ez

Oliva. A

la

µ:rncia del señor San Cris tóval:.

Y

hasta

á

los mostachos de

Roussac.

Lástima de

t anta

galántería. Solo <7ue un día

V

icP p1·0sid e nte , que ei;;

un hom–

bre muy seriol pe~c-ó uno de los,

versos, Y arrugó el entrecejo.

-¡Que li cen cias poéticas se to–

rnaba el señor

l

rei:;idente con los

miern bros del Comité!

De buena gana él también hu- .

. biera h echo v ersos.

Pero era de

la Escuel a de Ingen ieros.

Y

no.

sabía cot1tarl os.

Es un cálculo

que no entienden l os a l u milos de

In geni'é:! ría . Y además le hubie–

ran pod id o fusilai· sus compañe..

ros ·. s i se enteraban.

Y

entonces.

pro"téstó.

E l señor Revoredo se hi7,o e~

sueGo -

Y

!Et

deélicó u~ verso , Uq