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AL IA LATINA

M. - Bueno.

(Se oye una campana. Cierran

una hoja por la otra las tres le

hacen adiós con la mano y Juanita

le grita: ¡Tráiganos dulces! La ven–

tana se cien-a del todo. Se oye rui–

do de cubiertos

á

lo lejos. Las tres

corren alocadas cerrando la puerta

con estrépito.)

ACTO

II

Calle limeña con tranvía

y

con

todo. Hora netamente escolal'.

Cr11 -

zan chiquillos con libros bajo el

brazo. Por una bocacalle lPjana

pasa un sepelio

Un jo?en vestido de negro pasa

por

la

calle con evidentes señales

de impaciencia miru11do a cada mi-

1111to su reloj

y

mientras no mira el

reloj contempla una ve11tan;1, que

110

tiene nada de particular entre

una gran -fila de congéneres todas

ellas herméticamente cerrad;-1s.

Al -fin la ventana se estremece li.

g:>ramente, cruge,

y

al -fin se abre

apareciendo en el marco

J. ,

L.

J'

M .

J.-¡Qué formal! ¿y Lucho?

· El joven.-No está aquí señorita.

El Dr. Wie.;se ha hecho un paseo

á

Pachacamac con todos sus alum–

nos. No se ponga celosa Es paseo

cientíhco

y

de hombres solos.

J.-¡Qué fastidio. Todos los hom–

bres son así. Pasa con ellos lo que

con la carabina de mi tío el caza–

dor que cuando la necesita no dis–

pan:i.

El joven.-Gracias a nombre de

todos.

J. -

¿Y el de esta?

El joven. - Tenía que asistirá

un

entierro. Me elijo que lo dispensara

Ud.

L.-Así son todos los hombres,

ingratos, malcriados.

M.- Le agradezco mucho h a ber

venido. Pero no sé como se llama

Ud. Dígame su nombre. ·

J. -

(Por lo bajo) . Ve ála santita!

El joven.-Hay tiempo se11.orita .

Permítame hoy ofrecerle los dulces

que me encargó. (Saca del bolsillo

un primoroso paquetito de dulces

finísimos.)

Se lo Ftventaré

M.-Y si rompe un ,·id1·io? Mejor

le echaremos alguna cosa para que

usted lo amarre

y

lo subamos

L .-

·¿Qué cosa Íe echamos?

M.-Mi

banda.

L.-No alca , za.

J.--La hacemos

alcanzar aña–

diéndole cuerdas de violín .

a

bien

que hay bastantes.

(En un momento el fleco de oro

de la banda llega

a

la acera. El jo

ven con todo cuidado amarra el

paquetito y las niñas empiezan

a

izar cuando hay un estrépito for–

midable que despierta al ctlador.

Una puert~l se abre con violencÍé-1,

se oyen tres grites que son uno so

lo, Los dulces caen al suelo con

handa

y

cuerdas de violín

y

se es–

parcen laslimos<nnente

f'n

todas

direcciones, El joven atónito entre–

vé apenas la toca de una Madre

y

la ventana es cerrada desde adentro

con furia

y

estremece todos los

c1·istales.)

El jcven recoge la banda y

la

g·uanla cu1dadusamence en su car–

tent, luego se aleja

muy

despacio y

clesH parece por la primera esqui-

n;i

.. . . ..... .

EPILOGO

El salón de música foé traslacl:1do

al centro

ele]

edificio. La traviesa

J11,1nita tuvo aquella semana algo

peor que regular. :í\laria perdió to–

da esperanza ele ser primer meda–

ll(in y las tres sufrieron un aisla–

n1iento total de dos semanas.

Del j oven no vol vieron a saber.

Quince días después se embarcaba

para el Oriente de donde había lle

gado en esos días y hace tres años

una carta me hizo saber su muerte

desgra~iacla a manos de los salva–

jes, en la búsqueda del cauC'ho. Lk–

vó siempre hasta en su último viaje

aquella banda azul que debía re–

cordarle la más extraordinaria de

sus a.venturas.

CLOVERS'BoY.