D. PEDRO PAZ SOLDAN Y UNANUE
~
eir es la característica de nuestra
~
raza.
~
Bocaccio es la carcajada sonora
e in solente de la Italia.
Rie Francia con la d emoniaca risa
de Ra belais y sus marqu ei:::as sonríen
con el exquisito sprit de algun calem–
bourg.
La España canallesca de las majas
y de los toreros corea con sus risas los
cuentos de Quevedo, y la otra, soña–
dora plega los lab ios con el sublime
manco en una mueca que puede ser la
1
"iniciación de un rnllozo.
Nosotros
también reímos de todo.
¿Será aca:-so causa de ello la imposibili–
dad de ocuparnos en serio de las co–
sas? .....
Entre los h era ldos
de
Moh10 el dios
de las alegrías entre los sacerdotes de
la retozona nu eva de los
cascabeles.
Juan de Arona ocupa un puesto prin–
cipal.
En medio del torbellino de pasiones
que chocaban
y ,
e sobreponía11 en esa
h_ermosa época d e virilidad y d e ambi–
c1on .,,
fue su sátira
el
chispazo,
qu e
prendió la llama de nn incendio
y
la
Saeta
que hirió en el talón
a
nuestros
in vulnerables Aquiles de cuartel.
Profundamente peruano, despreocu–
pado y fatalista, si rué acre en sus cen–
suras, si fue cruel en sus sátiras, la
culpa la tuvo el destino que amargó to–
das las horas de su vida.
Poeta de un inconfundible criollis–
mo,. erudito y castizo traductor de poe–
tas la.tinos. autor de un diccionario de
peruanismos y páginas diplomáticas,
hay qu~ agregar aún a todas estas ma–
nifestacion es de la maravillosa varie–
dad de sue acti vida.des, el
timbre de
autor de muy aprecia.bles comedias en
verso y derrochador de sal y pica rdía
a.
veces y otras de acíbar y de indigna–
ción en las efímeras floraciones del pe-
riodismo.
,_
;Mas ce1;ca. de la agrnsiva viruleocia
del murci élago
qüe
d e
la
lfi.1fa
sátira de
Pardo, fue Juan ·de Arona uno de
nuestros más grandes ingenios y ya las
pasadas genera.e-iones deberían haberle ·
levantado un bronce en gratitud de
hs
h eh<las qu é hizo olvidar y de los ma–
nantiales de fr est:a risa que fluy eron al
contacto de
La
m{igica vara de su verso.
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